No te lo perdonaré jamás Manuela Carmena

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Irene tenía un tipo, de ello no había duda alguna. Políticos o políticas, mejor si eran mayores que ella. Mejor aún si eran intensitos con lo que hacían. Puntos extras si la irritaban. No tenía remedio y ya le daba igual.

Por eso, aunque nunca lo admitiría ni en público ni en privado, tuvo una época de encoñamiento con Cristina Cifuentes. Se lo había confesado a Pablo una vez, antes de su último gran escándalo. Iglesias se había reído, pensaba que lo decía en broma. Si tan solo fuese consciente de lo putopillada que había estado Irene, quizás las cosas entre ellos habrían ido mejor. La conocía tan poco realmente...

Cristina y ella tenían más bien poco en común ideológicamente hablando, pero su manera de llevarse y de salir adelante le atraía. Pero ya lo tenía muy superado desde hacía tiempo, para alivio de Cospedal.

Inés Arrimadas era otro mundo, otro universo. Aunque no lo pareciera, compartían muchas cosas, incluso ideológicamente. Irene no estaba de acuerdo en todo con Podemos, pero le tocaba luchar por su partido y sabía que Inés era igual con Ciudadanos, aunque sospechaba que la andaluza-catalana compartía menos ideología con Ciudadanos de lo que la gente creía. Aunque seguía sin saber del todo cuál era la ideología de aquel partido, cuál era realmente. Pero tampoco le importaba. Le costó, pero había aprendido a separar lo personal de lo político en la mayoría de cosas.

Inés era tan dulce y agradable fuera de cámaras que Irene quería odiarla por romperle los esquemas de esa manera. Le gustaba conocer aquella faceta suya, pero también le encantaba (aunque le irritase mucho) cuando se ponía intensita en los debates.

"Irene, hija, céntrate un poco" se tuvo que exigir a sí misma.

—¿No tienes miedo de que te reconozcan por la calle?— le preguntó Montero antes de salir del piso.

No era preocupación aquello. Sabía que Inés podía cuidar de si misma. Era curiosidad, como no. Se preguntaba por qué hacía eso por ella porque sabía perfectamente cómo la trataban en Catalunya.

—La verdad es que no. Te pones unos vaqueros y una coleta y a estas horas no te reconocerías ni a ti misma con toda la gente que hay por la calle— le contestó ella tranquila.

Antes de salir, Inés se había cambiado de ropa para pasar más desapercibida. En Barcelona todo el mundo sabía quién era Inés Arrimadas, o eso creían.

Se había puesto unos simples vaqueros y una sudadera, pero los llevaba con un arte que parecía un cuadro del barroco. Y una coleta que envidiaría hasta el mismísimo Pablo Iglesias.

-No tienes que hacerlo si no quieres, de verdad. Puedo llegar bien sola que está cerca o pedir un taxi si no me veo muy por la labor de caminar- dijo Irene.

-Calla. Me apetece- sentenció Inés antes de cerrar la puerta tras de sí.

Salieron de su casa y estuvieron caminando en silencio un rato. Irene se sentía tan cómoda y tan tranquila... Antes tenía prisa, tras haber visto la hora. Pero ahora, que estaba a escasos centímetros de Inés, sintiendo el aire fresco de la noche en su piel, deseaba que su hotel estuviese en la otra punta de Catalunya y caminar mil y una noches con ella. Se permitió disfrutar del aire, disfrutar del silencio, disfrutar de la compañía...

Si su vida fuese una película, se podía hasta imaginar la canción que sonaría de fondo en aquella escena. Y era bastante cursi, como ella.

—¿Qué tal los niños? Se llamaban Leo y Manu, ¿no?— preguntó la catalana, rompiendo el silencio.

Qué manía tenía Inés con preguntarle por los niños cada vez que no sabía qué decir.

— Sí. Están muy bien, muy gordos. Son geniales. Salvo cuando empiezan a llorar a las tantas. Ya los echo de menos y solo llevo medio día sin verlos— contestó Irene.

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