Cállate, no he venido a hablar

1.2K 52 47
                                    


Inés había quedado con esa persona aquella misma tarde en un hotel que no estaba lejos del suyo.

Se arregló un poco, pero no demasiado, no quería que pensara que lo hacía por... No, lo hacía por ella misma.

Lo peor de todo aquello era que no le podía contar nada a Irene, porque la iba a juzgar por ello, aunque fingiese como que no lo hacía porque es demasiado buena.

Sabía que no tenían una relación nada sana. Se odiaban, bueno, quizás odiar no era la palabra. Era como su Torra personal. Le tenía tirria, porque era una persona demasiado egocéntrica.

Su "rollo" o como sea que quisieran llamar a aquello que tenían, había surgido una noche de borrachera tras haberlo dejado con Xavi. Ella estaba por Madrid y salió de fiesta con Iceta, porque en el fondo eran buenos amigos. Coincidieron con un grupo de amigos de él y acabó la noche con la última persona con la que se habría imaginado.

Tanto Inés como su rollete estaban bastante borrachos y una cosa llevó a la otra y acabaron liándose.

Aquella noche no pasó de allí, él era demasiado decente para eso y ella no había perdido tanto la cabeza. Pero habían encendido un fuego y seguían echándole más y más madera así que no había manera de apagarlo...

No eran amigos y tampoco se iban a llevar bien nunca, pero cada uno sabía lo que podía esperar de aquella "relación". En eso se respetaban el uno al otro. Se utilizaban mutuamente, pero ambos eran conscientes de ello y no tenían objeción alguna. Mientras aquello funcionase, tampoco tenían razón para quejarse.

Inés necesitaba verle y sacar todo lo que tenía dentro. La situación con Irene la había confundido mucho. Eran demasiados sentimientos que procesar en muy poco tiempo.

Unos días antes no le había ni visto la cara en persona nunca y ahora soñaba con que le comía la boca. No, definitivamente no estaba preparada para afrontar eso.

¿Su solución? La misma que tenía para evadirse del resto de sus problemas: una llamada rápida y un buen hotel y ya está todo arreglado.

Fue caminando al hotel que no le quedaba lejos de allí. Tampoco le venía nada mal tomar un poco el aire.

Cuando estaba ya cerca del hotel vio una limusina negra pasar por al lado de ella. Sonrió. Sabía que era él. No se cortaba ni para ir a follar a un hotel aleatorio con su rival (a ratos) política.

Aún así, él llegó antes que ella a la habitación. Inés tampoco tenía tanta prisa por llegar y le gustaba hacerle sufrir. Antes de entrar, apagó su móvil. No quería sentirse tan culpable por haber dejado tirada a Irene con una mentira así que si no lo veía dolía menos.

—¿Me echabas de menos ya? Mira que nos vimos hace nada... — la vaciló él cuando esta entró en la habitación.

Esa sonrisa de flipado que tenía le cabreaba y le ponía a partes iguales. Pero hoy no estaba para juegos, venía a lo que venía.

—Cállate. No he venido a hablar —dijo Inés antes de tirarle en la cama del hotel.

—Tus deseos son órdenes —respondió él antes de que Arrimadas le callase con un beso.

-------------------------------------

Un par de horas más tarde...

Estaban los dos tirados en la cama, uno al lado del otro, mirando al techo.

Él fue el primero en romper el silencio, aunque no era incómodo, estaban acostumbrados.

—Inés... Sé mejor que meterme en tu vida personal, pero... ¿Estás bien? —preguntó él.

La andaluza suspiró irritada.

—Estoy... estoy. Da igual, son tonterías. Nada importante. Pero tampoco es de tu incumbencia —respondió Inés.

—Que no tengamos una amistad, o lo que sea, no quiere decir que no pueda preocuparme de ti —admitió el hombre.

Inés puso los ojos en blanco. Le parecía casi adorable

—¿Tú preocupado por mí? —se estalló ella.

—No te pienses tampoco que me acuerdo de ti todas las noches antes de irme a dormir, pero, al fin y al cabo, formas parte de mi vida y ya está —añadió él.

Arrimadas no se reía esta vez. Lo entendía porque ella se sentía igual. Le tenía tirria, no lo aguantaba a ratos y se odiaban un poco (bastante) públicamente, pero se preocupaba por él... Como lo haría por cualquier otra persona.

—Son solo dramas... ¿Amorosos? Supongo. No sé... Pero tú tranquilo, que si cambia algo de nuestro "acuerdo" te avisaré con tiempo —bromeó ella.

—¿Alguien que yo conozca? —preguntó, curioso.

—Lo dudo. Venga, voy a darme una ducha —sentenció ella antes de irse al baño.

Le encantaban las duchas, aunque esta le hizo recordar la última... O más bien los eventos posteriores a ella.

¿Estaría bien Irene? Era bastante hipócrita por su parte preocuparse por ella cuando la había dejado tirada de aquella manera por esto, y era consciente de ello, pero estaba preocupada igualmente.

Irene Montero se merecía una amistad mejor que la suya. Le hacían gracia sus propios pensamientos, ya que unos días atrás no le habría dedicado ni un momento a la podemita y ahora estaba así...

La ducha le vino bien para despejar un poco, aunque no pudo quitarse de la cabeza la preocupación por la más joven.

Salió del baño, con el pelo aún mojado y una toalla enrollada alrededor de su cuerpo.

El hombre hablaba por teléfono.

—Sí, vida, no te preocupes. Cenamos juntos y me lo cuentas todo con calma... Venga, ya nos vemos —le decía a la persona que había al otro lado del teléfono.

—¿Vida? ¿Y eso? —preguntó Inés sorprendida.

—Nada por lo que te tengas que preocupar. No es tan serio como parece, de momento. Y tampoco somos exclusivos. Él salió hace poco de una relación importante y no creo que esté listo para nada aún... —le contó él.

—¿Él? Bueno, si los dos estáis contentos... — respondió ella.

—Pues sí... Algún día te contaré más. Ahora debería irme, que me tengo que preparar para la cena —dijo él guiñándole un ojo.

Antes de que saliese por la puerta de la habitación, Inés lo paró.

—Pedro, no te tienes que preocupar por mí, ya lo sabes. Pero... gracias —le dijo ella agradecida.

—Uy, ¿te estás poniendo cursi? —la vaciló Sánchez.

—¿Cursi yo? Anda, chaval, vete antes de que te quite la presidencia —terminó ella.

Definitivamente echaba de menos a Irene. Podía vacilar hasta al Presidente del Gobierno, pero nunca iba a ser ni un cuarto de satisfactorio como lo era irritar a su podemita favorita.

España entre nosotrasWhere stories live. Discover now