A kiss to build a dream on

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Todo lo bueno se acababa y su beso se vio interrumpido por una llamada, otra vez.

No, esta vez no era Manuela Carmena. Era Albert Rivera, otra vez.

Estaba llamando a Inés.

Arrimadas no decidió asesinarle a sangre fría en aquel momento única y exclusivamente porque ya había besado a Irene Montero.

— Solo por esto deberías ser tú la candidata a la presidencia —dijo Irene irritada.

— Voy a tener que contestarle. Ya sabes que solo me llama si es importante. Aunque igual debería tener alguna discusión con él sobre qué es importante y qué no... — añadió Arrimadas.

Se apartó un poco de la madrileña y respondió la llamada.

— Dime. ¿Este sábado? Vale. Sí, vuelvo pronto. Vale, ahí nos vemos — respondió ella.

— ¿Qué pasó? — preguntó Montero.

— Tengo que volver a Barcelona, Albert quiere hacer un acto en Madrid el sábado para presentar mi candidatura al Congreso y tengo que ir a poner todo en orden antes del fin de semana — confesó Inés.

Irene sonreía porque le había confirmado sus sospechas. Se veía venir, pero aún así estaba feliz, iba a verla muy a menudo a partir de aquel momento.

— Pero todavía es miércoles... Podrías quedarte al menos todo el día de mañana y coger el ave de noche...— sugirió Irene.

Irene casi parecía una niña pequeña llorándole a sus padres para que la dejasen ver la tele un ratito más pese a que tenía que madrugar al día siguiente para ir al cole.

Inés, por su parte, era débil, muy débil, y quería quedarse más con ella. Pero también necesitaba algo de espacio. Tenía mucho que procesar.

— Debería irme pronto... Voy a coger el ave mañana a primera hora. Pero no me voy sin cenar, tranquila — respondió Arrimadas.

Irene no quería que se fuese, pero lo entendía. Aunque tuviesen las diferencias políticas que tenían, le volvía loca la gente que hacía las cosas con tanta pasión y sabía que Inés amaba la política como no iba a amar a nadie nunca. Pero ella se conformaba con ser el segundo plato.

Y al menos le quedaba aún una cena con ella. Aunque Irene se olvidaba hasta del hambre cuando recordaba que tan solo minutos antes estaba besando a Inés Arrimadas.

No le habría importado tampoco no cenar y quedarse allí toda la noche, admirando las vistas.

—Espera, ¿podemos quedarnos un minuto más aquí? —le pidió Irene.

—No tengo tanta prisa— respondió la catalana.

Esta vez fue Inés quien dio el paso. La cogió por la cintura suavemente y acercó su cuerpo al suyo. Cuando se dio cuenta ya la estaba besando otra vez.

Nunca se habría imaginado que algo tan "simple" como un beso le haría sentir de tantas maneras.

Fue lento, rápido, descuidado, delicado, todo y nada. Un poco como era ellas.

Tuvieron que separarse al final. Tenían que cenar. Y también parecía que habían hecho un pacto en silencio para no ir demasiado rápido y si no ponían freno a eso iban a terminar en horizontal.

Bajaron a cenar. La deliciosa comida de Irene y el que ya se había convertido en su vino favorito. A Inés no se le ocurría mejor mix. A Irene no se le ocurría mejor compañía.

Montero ya estaba en paz con el hecho de no verla unos días porque al menos tenía así algo que esperar. Sabía que iba a volver. Sabía cuándo, sabía dónde. No era un 'quizás', era un algo que le daba seguridad y no miedo.

No sabía cómo despedirse de ella. Había sido muy inesperado todo aquello y aun no sabía cómo lidiar con ello. ¿Qué se suponía que eran ahora? Definitivamente tenían que tener esa conversación, pero no en aquel momento.

La andaluza estaba mirándola, esperando una reacción, la que fuera. Si se mordía más el labio igual se lo partía en dos.

Montero le cogió la mano suavemente y le sonrió.

— La próxima vez cocinas tú — dijo Irene antes de darle un beso en la mejilla.

Inés estaba más roja que los tomates que se desayunaba. Iba de macarra y de directa pero era más tímida que nadie.

— Ya veremos — contestó

Irene la acompañó a la puerta para despedirse de ella en condiciones.

— En unos días volveré... A ver si conozco por fin a los niños, ¿no? — sugirió Inés.

— Quién sabe, no vaya a ser que me los robes — dijo Montero.

— Sería secuestro o detención ilegal. O sustracción de menores, si te apetece— saltó rápidamente Arrimadas, con sus conocimientos de Derecho. Si tan solo Irene supiese que para cometer un delito de sustracción de menores tienes que ser uno de los padres de los menores... Inés empezaba a tirar fichas que sabía que no iban a llegar, porque lo disfrutaba igual.

¿Y el atentado contra su corazón no estaba tipificado en el Código Penal? Se preguntaba Irene mientras tanto...

Cada una estaba a un lado de la puerta, pero no se acababan de despedir.

— Inés... No quiero agobiarte con esto, no espero nada... — dijo Irene sincera.

Arrimadas miraba al suelo. Necesitaba tiempo para averiguar qué era aquello que estaba pasando entre ellas. Pero si algo tenía claro es que no se iba a quedar en eso.

— Volveré el viernes — la interrumpió la catalana.

Se dieron un abrazo e Irene la vio marcharse. Ya empezaba a convertirse eso en rutina.

Cuando ya había caminado unos metros, Inés se paró y dio la vuelta. Dejó el bolso en el suelo y se abalanzó sobre la más joven. Le plantó tal beso a Montero que sabía que la iba a esperar hasta el viernes y para siempre si hiciera falta.

Cuando se separaron por fin, ambas sonrieron.

— Ay, Irene, por dios. ¿Te pensabas que me iba a ir sin despedirme de verdad? — dijo finalmente Inés.

Irene la quería matar, aunque era Arrimadas quien la estaba matando a ella.

Su adversaria política se había ido ya, pero la sonrisa de la cara de Montero no se iba a borrar tan rápido.

Tenía que ponerse a trabajar, que la campaña ya iba a empezar y no podía pasarse el día entero pensando en Inés Arrimadas, ¿verdad?

Necesitaba a alguien con quien poder compartir lo que le estaba pasando, pero su entorno más cercano amaba a Pablo y odiaba a Inés así que iba a ser complicado. ¿Quizás Sofía estuviese más receptiva? Podía probar mañana, más tranquilamente...

De momento lo que podía hacer es dedicarse a preparar la campaña y recoger un poco la casa, que al día siguiente Pablo iba a traerle a los niños.

Ahora ya no podía ni tomarse el café sin pensar en ella, había caído y no la iba a sacar nadie de allí.

Entró en Instagram y vio que Inés había subido alguna historia.

La primera era un boomerang de camino al hotel y una canción: 'A kiss to build a dream on' de Louis Armstrong. Irene se sentía como una adolescente con su primer amor, qué mona era.

No era la primera vez que Montero se había interesado por alguien de otro partido. Había tenido su momento de gloria con Andrea Levy unos años atrás, pero no llegó a ser nada serio ni mucho menos.

Pero aquello era demasiado. Llevaba sin sentir algo así por alguien desde Pablo... O quizás ni con él había estado así.

A la mierda la campaña, se puso a leer entrevistas de Inés, ya la echaba de menos.

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