23.

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Suspiró mientras se ponía de lado. Observó el rostro de su hermana, quien se mantenía durmiendo como un ángel en la misma cama que él, y cerró los ojos con lentitud.

Habían llegado a la casa de sus abuelos luego de unos treinta minutos en bus, tiempo suficiente para que Donghyuck idee una excusa que darle a su hermana.

Abrió los párpados con el mismo sosiego con el que los había cerrado, y recorrió con la mirada el labio herido y el ojo morado de Dongsook, intentando no comenzar a llorar de culpa.

Volvió a suspirar mientras se volvía a girar en la cama, mirando hacia el techo, y cerró fuertemente los ojos al recordar.

— Mamá y papá se van a Seúl por dos meses y me han dicho que nos quedemos en casa de los abuelos. — Le dijo la excusa que, en su cabeza, sonaba perfecta. — Ya sabes, en su casa está la habitación en donde dormíamos cuando éramos pequeños y vivíamos allí.

— ¿Se irán? — Preguntó Dongsook con un toque de incredulidad en su voz. Donghyuck asintió, sabiendo que era la peor mentira que se le pudo haber ocurrido. — ¿Qué te pasó en las manos?

— ¿En las manos? — Repitió las palabras de su hermana con el único propósito de crear unos segundos más de tiempo para inventarse una mentira más.

— Sí, Donghyuck. ¿Qué te pasó en las manos? — Insistió. Donghyuck, al no ocurrírsele nada, simplemente se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Se tensó cuando oyó a Dongsook suspirar. — Sé que es mentira, Donghyuck. Ni papá ni mamá se irán a Seúl. — Hizo una pausa para tomar las manos de Donghyuck entre las suyas y acariciar suavemente la piel rojiza y levemente lacerada de ellas, observándolas con dolor. — No sé qué ha pasado... — Comenzó a hablar, sonriendo con tristeza. — Pero confiaré en ti y no reprocharé. Si tú quieres que nos quedemos en la casa de los abuelos, yo no me opondré. Pero realmente... — Hizo otra pausa para subir su mirada hacia los ojos de su hermano. — Realmente espero que llegue el día en que puedas dejar de verme como una niña y me digas la verdad. — Besó las heridas de Donghyuck y se puso de pie, caminando hacia el patio de la casa de sus abuelos y dejando a Donghyuck solo en la sala de estar.

Donghyuck se despeinó el cabello con frustración, ahogando un grito de enojo. Observó una vez más a su hermana, y esta vez dejó que una lágrima se deslizase por sus ojos.

— Papá me ha hecho esas heridas en las manos. — Soltó, sabiendo — o pensando — que Dongsook no lo escucharía. — El motivo por el que vinimos a la casa de los abuelos es porque papá me ha echado de la casa, y no quiero dejar que estés sola con ese monstruo. — Elevó su mirada hacia la lámpara que colgaba del techo. — Me he peleado con él porque dice que no te quiere, que jamás quiso tener una hija mujer, y que dejara de perder el tiempo visitándote en el hospital. — Un hipido detuvo sus palabras.

— Gracias. — La voz de Dongsook llegó a sus oídos, provocando que su llanto cese de inmediato y que la mire sorprendido. En cuanto sus ojos se posaron en el rostro de ella, Dongsook abrió sus párpados. — Por decirme la verdad, gracias.

— Lo siento... — Se disculpó Donghyuck, sintiéndose terriblemente culpable al percibir esa pizca de decepción y tristeza en la voz de la niña. — No quise decirte porque sé que a pesar de todo, tú lo aprecias. — Su corazón obtuvo una rotura al ver cómo una lágrima se deslizaba del ojo izquierdo de su hermana y se fundía en la tela de la almohada.

— Deja de torturarte así, hermano. — Le rogó, sentándose en la cama y acariciando su rostro. Él copió su acción de incorporarse. — Así como yo debo ser un poco egoísta y pensar en mí, tú también debes serlo. — Más lágrimas cayeron de su rostro al ver una pequeña herida en el labio superior de su hermano, y un moratón en su mejilla del lado izquierdo. Era obvio que quien lo había herido de esa manera había sido su padre. — ¿Buscas protegerme? ¿Crees que me gusta ver cómo acabas lastimado por mi culpa? ¡Por favor, Donghyuck! — Quitó su mano del rostro de su hermano para cubrir el suyo propio, rompiendo en llanto. — ¡No lo vuelvas a hacer, te lo pido por favor! ¡No vuelvas a dejar que nuestro padre ni que nadie te golpee por culpa mía!

GENDER BENDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora