Capítulo 3

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Apenas abro los ojos me pregunto qué hago despierto si no ha sonado mi alarma, entonces me estiro en el colchón de la cama individual, hay sabanas de un verde brillante, como el césped, que combinan increíblemente con el decorado color crema de la...

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Apenas abro los ojos me pregunto qué hago despierto si no ha sonado mi alarma, entonces me estiro en el colchón de la cama individual, hay sabanas de un verde brillante, como el césped, que combinan increíblemente con el decorado color crema de la recamara.

Paso al menos dos minutos observando el techo alto de madera hasta que veo mis pantalones tirados en el suelo y suspiro, levantándome para arreglarlos.

—¡Mierda! —Hago una mueca de dolor en cuando doblo la mano. Me arde la palma por la quemadura de ayer, y llevo una gran marca roja y babosa, que provoca un gran escozor.

Coloco los pantalones en la cómoda de madera y saco los de trabajo para que estén a la vista, la señora Tania me mostró mi habitación y a su vez me explicó la hora y lugar en donde me esperaría para el voluntariado.

Salgo al pasillo en dirección al baño, el concepto de la casa es enorme, muy abierto, así que en lugar de paredes, te reciben grandes arcos con vista a la vegetación que a su vez rodean la estructura, en su mayoría de color marrón aunque con la ausencia de la luz se torna aún más oscuro.

¿Era la puerta en la esquina? ¿Al final del pasillo a la derecha o era la de la izquierda?

Frunzo el ceño, en Alemania deberían ser las dos de la tarde, sin embargo en este lado del mundo el reloj marca las diez de la noche, y aunque no tendría porque, me siento agotado. Sin saber que puerta es la correcta decido probar ambas, la derecha cede en cuanto giro el pomo, la oscuridad dentro me hace abrir más los ojos, en un instinto del cerebro para adaptar la visión.

Puedo ver el espacio de considerable tamaño, tanteo en la pared continúa a la puerta por un interruptor y al conseguirlo la luz inmunda el cuarto, obligándome a achicar los ojos por el cambio de brillo. Una explosión de color se desplega frente a mí, lo que parece una exposición de pintura; Cuadros de flores muy realistas, retratos que me impresionan con su manera tan idéntica de capturar a los ancianos anfitriones, caballos, pájaros y un único caballete con un pedazo de tela cubriendo la obra.

La ropa salpicada de pintura de Alvana llega a mi mente y me sorprendo, no es como si hubiese esperado algo pero definitivamente este tipo de talento no es lo que imaginaría de la castaña. Aunque suene condescendiente.

Su sonrisa es una imagen tan rápida como un flash, me pregunto cómo lucirá al pintar.

Su sonrisa es una imagen tan rápida como un flash, me pregunto cómo lucirá al pintar

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