Capítulo 17

132 39 16
                                    

Tania se apoya en mi brazo, mientras bajamos las escaleras principales del hospital de Olympia, capital de Elavec

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tania se apoya en mi brazo, mientras bajamos las escaleras principales del hospital de Olympia, capital de Elavec. Afuera el sol es opacado por las prominentes nubes grises, la lluvia amenaza con caer con esas gotitas ocasionales que tocan mi piel al esperar por Adrián.

El estruendo de la camioneta de los Rosales es notorio, Adrián con su cabello gris y tez morena, trota un poco hasta traer el pequeño pedazo de tela, que busca cubrir la cabeza de Tania, una vez el velo improvisado está sobre su cabello castaño, su esposo la ayuda a llegar a la camioneta. Del automóvil bajan dos chicos, que parecen moverse en cámara lenta. Aún con la lluvia a punto de desatarse sobre nosotros, el efecto de actores de cine no se les va.

Ambos son altos de porte musculoso y de apariencia increíble, un pelinegro con el ceño algo fruncido y un rubio de rostro juguetón que me sonríe de lado, sus ojos almendrados me examinan de la misma forma que yo a él.

—Chicos tendrán que ir en la parte de atrás. ¿Te importa ir con ellos, Nathaly?

Yo me encojo de hombros mientras sonrío, acomodo las gafas de pasta en el puente de mi nariz y el rubio frente a mí me tiende la mano.

—¿Nathaly eh? Lindo nombre, yo soy Tadeo Santorini y el amargado a mi lado es Inar Valssan.

Le sonrió, el otro chico mencionado hace un ademán de saludo en mi dirección. Es atractivo, cabello negro, rostro simétrico y cejas pobladas, pero cuando levanta la vista, puedo notar las dos gemas que tiene por ojos, una combinación de verde y amarillo que se asemejan a una piedra preciosa, una citrina con destellos de jade.

—Un placer Tadeo e Inar. —El rubio me guiña un ojo con picardía y no puedo evitar sonrojarme. 

No sé cuánto tiempo paso en el suelo, rodeada de los pedazos de mis obras, solo se que el suelo parece un cementerio de arte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No sé cuánto tiempo paso en el suelo, rodeada de los pedazos de mis obras, solo se que el suelo parece un cementerio de arte. Que mi garganta arde, que mis ojos están tan hinchados que apenas logro mantenerlos abiertos.

El rostro rasgado de Damián aún es visible por encima de uno de los cuadros desechos, su cara es como un recordatorio de todo lo que siento y de lo muy destrozada que estoy.

El Click  ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora