Capítulo 6

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Pestañeo repetidas veces antes de lograr verlo, él solo permanece sentado mirándome con curiosidad, cosa que imagino yo imito, de todas las personas en la propiedad no pensé verlo cuando despertara

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Pestañeo repetidas veces antes de lograr verlo, él solo permanece sentado mirándome con curiosidad, cosa que imagino yo imito, de todas las personas en la propiedad no pensé verlo cuando despertara. En realidad no pensé ver a nadie, ni recuerdo en que momento caí como una piedra por el sueño.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y soy incapaz de ocultarlo, me incorporo para sentarme al mismo tiempo que Inar se quita el suéter de lana que trae y me lo tiende, se queda solo con su camiseta azul debajo y esta se sube, revelando una parte baja de su abdomen.

Trago saliva.

—Ten, te vas a congelar.

Solo le ofrezco una mirada significativa como agradecimiento, la prenda huele a menta y algo entre lavanda y limón. Es un aroma reconfortante y el calor se instala en mis extremidades hace nada heladas.

Exhalo en mis manos creando vapor y tratando de que se calienten, me siento entumecida.

Lo maravilloso de Olympia, la capital de Elavec, es su calidez por el día y su frialdad nocturna.

—Sabes... No es que tenga nada en contra de la gente que duerme en los techos, la verdad eres la primera que encuentro en mi vida. Pero, mi curiosidad va más hacia el punto de porque estás aquí cuando una cama cómoda y caliente te espera allá abajo.

Muestro una pequeña sonrisa, me siento lo suficientemente vulnerable para no soltar una de mis respuestas odiosas, en su lugar me encojo de hombros y solo miro hacía el frente desde mi posición, como no me dice nada más, decido preguntarle el por qué esta aquí.

En respuesta imita mi gesto despreocupado. —Adrián quería venir para saber si estabas bien, pero se veía muy cansado así que me ofrecí.

Una mueca de desagrado se apodera de mi rostro, no me gusta preocupar a los Rosales, que desconsiderada fui.

—¿Es muy tarde?

—No lo es tanto, faltan como diez minutos para media noche.

Asiento, él no hace ademán de moverse, solo se queda a mi lado, y no entiendo porque. Ya sabe que estoy bien. ¿Qué más necesita?

—Bajo en unos minutos. —Le digo, y aunque no lo miro, de reojo puedo ver que asiente, pero sigue sin moverse.

Casi creo que se quedará en silencio hasta asegurarse que me vaya, me sorprende cuando habla nuevamente.

—Oye... sé que no es mi asunto pero ¿estás bien?

Levanto la mirada para conectar con sus ojos, las orbes son tan claros como el agua, reflejan la luz de las farolas en la propiedad y resultan hipnotizantes.

¿Cuándo fue la última vez que alguien te preguntó si estabas bien, Alvana? ¿Cuándo fue la última vez que a alguien a parte de tu familia, o los Rosales, de verdad se interesó en tu bienestar?

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