Capítulo 15

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Habiendo escuchado ya mucho de su conversación, decido esperar a que ambos salgan de la cocina para luego ir a comer, la verdad luego de aquello se me hace imposible estar molesto

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Habiendo escuchado ya mucho de su conversación, decido esperar a que ambos salgan de la cocina para luego ir a comer, la verdad luego de aquello se me hace imposible estar molesto.

Aunque las imágenes de ella con Damián siguen ahí como burlándose de mi mismo en mi mente, no tengo derecho a molestarme lo sé, al fin de cuentas no somos nada, ojalá pudiese controlar mis sentimientos.

Absorto en mi mente, me enderezo y abandono la seguridad del escondite, Tadeo a quien no había visto salir choca conmigo, con una ceja castaña alzada, me mira juzgándome. El grito silencioso de te atrapé y como conozco lo irritante que puede ser el rubio, abro la boca para pedirle que no me delate, de verdad no estoy preparado para hablar con Alvana.

Aun así, es muy tarde. —¡Inar!, ¡Buenos días amigo!

Literalmente su voz se escuchó como si estuviera usado un megáfono. Incluso si la castaña pelirroja se encontrara en los establos, seguro le oiría. Tadeo se ríe a carajadas, vaya insufrible que es, ignorando mi expresión pálida me empuja dentro de la cocina.

Ahí, el sol ilumina por las ventanas con bastante fuerza, tanto que tengo que entrecerrar los ojos para adaptar la vista, frente a la barra y con un ejército de tortitas en el plato está la única persona que no quería ver ni en pintura, pero también con la que me moría por estar. 

Ella trata de ignorar el hecho de mi presencia, manteniendo la cabeza gacha, de su moño desordenado se le escapan mechones de cabello, pareciera recién levantada, tiene el rostro algo hinchado, como cuando se llora o se tiene gripa, hay una manchita roja en su mejilla, que deduzco es mermelada.

Siento que la respiración se me corta. ¿Por qué de solo verla se me acelera el corazón? Es más fácil vivir en negación, sin preguntarme porque siento lo que siento. Ahora que sé que puede que me esté enamorando... Bueno enamorarse es una palabra muy fuerte.

Estoy sumamente confundido.

—¿Te quedaras ahí parado o quieres panqueques?

Su voz me saca del razonamiento profundo y aprovecho de mirarla, aún esta concentrada en su labor de cocinar, pero ahora trocea fresas.

—Buenos días.

Asiente una vez. —Buenos días para ti.

Me otorga una débil sonrisa y deposita unas cuantas tortitas con fruta encima en un plato, me siento frente an ella en la barra mientras vierte chocolate en dos tazas pequeñas.

—¿Cómo dormiste?

Hace una mueca. —No muy bien, para no decir que no dormí nada. Me pasé la noche pintando. —Se encoje de hombros, concentrada en colocar mermelada en su comida, yo tomo la miel, mientras le veo.

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