Capítulo 9

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La señora Tania tiene esta postura recelosa que no la caracteriza, logra verse intimidante en su delantal de tazas ilustradas de verde agua

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La señora Tania tiene esta postura recelosa que no la caracteriza, logra verse intimidante en su delantal de tazas ilustradas de verde agua.

Su ceño esta levemente fruncido, enmarcando sus ojos oliva y creo que es la primera vez que la veo con una expresión de disgusto.

Aterrado es poco para describir como me siento.

Cambia su postura para cruzarse de brazos y con voz pasiva pero firme me habla.

—¿Qué haces aquí, muchacho?

Normalmente me tranquilizaría escuchar la manera en la que se refiere a mí, pero aquel muchacho sonó tan serio que me provocó escalofríos.

—Disculpe señora Tania yo... yo. —Miro hacia abajo como buscando las palabras en las baldosas limpias del suelo, niego al levantar el rostro. —La verdad no vale la pena mentir, entré al cuarto de Alvana porque quería ver sus pinturas.

Unos minutos de silencio le siguen a mi confesión hasta que asiente, las arrugas en sus ojos parecen esconder palabras no dichas pero logro deslumbrar una sonrisita. —Ven muchacho, esto no nos concierne.

Lo dice con lástima, lo que hace que me detenga a mitad de camino. —¿Qué es esto?

Me mira, directo a los ojos, y ahí comprendo la sabiduría detrás de la mirada de una mujer que ha vivido muchos años. Esa que se parece a la de mi madre cuando esta próxima a darme un sermón, una lección de vida.

—Alvana llegó aquí hace un año, Ella nunca me lo dijo pero se notaba en ella la tristeza como si fuese una sombra que la arrastraba, se postuló para ser voluntaria, Workship es una oportunidad genial para nosotros porque así conseguimos ayuda en la granja, a cambio de casi nada.

Los ojos apenas retienen la preocupación. —Alvana se veía como una buena muchacha, lo es. En lo personal nunca cuestioné su actitud o sus razones, no soy de juzgar ¿Sabes? ella siempre fue educada, leal y trabajadora... —La mujer mira al frente, como recordando una escena en su mente, tal vez eso es lo que hace.

—Muchacho...Adrián y yo nunca tuvimos hijos, en cierta forma pienso en esa chica como una hija, cuando te digo que este cuarto está lleno de desahogo y dolor es cierto, la sonriente muchacha que ves a veces, es parte de algo que ella solía ser, y a mí no me corresponde contar porqué ya no lo es aunque lo supiera.

Con un gesto me invita a salir y la obedezco. Cierra la puerta y la asegura con llave, trato de que el hecho no me incomode.

El silencio pronto es interrumpido por el tronar de la llovizna que cae de improvisto en el tejado, las gotas gruesas hacen que la madera que recubre las tejas tiemble. La corriente de aire que llega desde afuera es helada y por la arquitectura del lugar recibimos salpicaduras.

La señora Tania se abraza a sí misma sintiendo el ambiente, me da una pequeña sonrisa cuando me ve frotándome las manos. —Ven, ayúdame a preparar chocolate caliente.

El Click  ©  Where stories live. Discover now