El navío de la Marina Real Británica liderado por el capitán Robin se convierte en masacre al ser atacado por un grupo de traidores de su tripulación. Cuando parece que la muerte es segura, unos individuos que se hacen llamar la Resistencia, los res...
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Marcela y su equipo abandonaron Salvo tan pronto se despidieron. Los supervivientes se quedaron observándolos hasta que sus figuras poco a poco se fueron perdiendo. Allí entonces supieron que la arena más blanca que habían visto, que el caudal de árboles y la zona selvática que tenían delante y que el interminable océano que los rodeaba por completo serían su única compañía por tiempo indeterminado.
-¿Y ahora qué, capitán? -preguntó Eduard girando su cabeza.
-Déjenme ver los suministros -le pidió a quien acababa de hablarle. Eduard le alcanzó la bolsa y el capitán rebuscó en ella-. Bien, tenemos lo necesario para sobrevivir por unos cuatro o cinco días. ¿Qué hay de su munición?
-A todos nos queda un cargador, Robin. Es mejor que nada -contestó Jack. El resto asintió en señal de aprobación.
-Pues en ese caso, todo listo. Vamos en busca del otro grupo -dijo Robin cargándose la bolsa al hombro, pero nadie lo siguió.
-¿No vamos a discutir absolutamente nada de lo que acaba de pasar? -preguntó Morris, en lo que parecía ser un interrogante que le había surgido a todos.
-No, claro que no. Quedan muchas cosas que hacer. Cuando estemos asentados podrán hablar todo lo que quieran.
-Pero...
-Pero nada, oficial. Ahora camina y ayuda a llevar la bandera bien alto -contestó Robin con su más dura seriedad. Morris volvió a resoplar por la contestación de su mejor amigo.
Así emprendieron su camino hacia lo desconocido. ¿Serán tierras vírgenes, llenas de animales exóticos o recaerán en lo mundano? Ninguno lo sabía aún. Pronto, tal vez.
En el primer tramo avanzaron por una arena tan blanca como espesa, y a cada paso los supervivientes enterraron sus botas a una mayor profundidad, haciendo que la caminata sea por sobre todo cansina. Fueron doscientos metros interminables, que denotaron el cansancio que el grupo tenía por todo el estrés y la adrenalina que habían vivido en las últimas horas. Entonces decidieron dejar de bordear la costa, y caminaron hacia una vegetación más viva, llena de verde y con la impresión de que se habían adentrado en una jungla temible del Amazonas. Daban cada paso con cautela mientras se dedicaban a apreciar el paisaje con detenimiento.
-¿Qué criaturas habitarán esta isla? -musitó Alexander cada vez más bajo que pronunciaba una palabra.
-No lo sé, pero puedo asegurarte de que nos toparemos con muchas -afirmó Doris con seguridad pero sin ningún tipo de certeza.,
-¿Dónde se supone que nos encontremos con el resto? Estamos caminando a ciegas -planteó Morris atento a sus alrededores. El mejor amigo de Robin era el último en la línea.
-Marcela no fue tan lejos. Si la montaña no viene a Mahoma... -El capitán se detuvo esperando respuesta.
-Mahoma va a la montaña -respondió una voz desconocida desde atrás de los supervivientes. Por reflejo, todos giraron velozmente y apuntaron con sus armas al desconocido.