Capítulo 26: La isla maldita

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El trajín de la batalla se hizo tan parejo que colmó a los guerreros apasionados de la resistencia de una fuerza implacable que necesitarían para vencer al poder internacional

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El trajín de la batalla se hizo tan parejo que colmó a los guerreros apasionados de la resistencia de una fuerza implacable que necesitarían para vencer al poder internacional. Tras el factor sorpresa, el terreno se allanaba y las diferencias eran escasas.

Los mercenarios seguían llegando y diezmaban en número a los supervivientes y al ejército de Marcela, que estratégicamente se movía con destreza.

Debían replegarse cuanto antes y buscar una extracción inmediata. No tenían tiempo de abrazos ni de bienvenidas. Era matar o morir.

Lauren y Marcela lideraban la carga. Arrastrando a Robin y sus colegas del epicentro del tiroteo, alentaban a sus fuerzas profanando gritos tan terrenales y despiadados que todo Salvo sucumbió ante el poder de liderazgo que ejercían esas dos mujeres. La naturaleza atestiguó los movimientos que tanto habían estado esperando: los supervivientes escaparían o perecerían, pero ya no se entrometerían en la isla con sus conflictos de escalas internacionales.

-¡Retirada! ¡Protejan a los supervivientes y repliéguense hacia el punto de encuentro! -vociferaba Marcela para que ni uno solo de sus soldados olvidara sus órdenes. Luego se dirigió a su radio-: Fuerzas Delta, ¡tengan listo el submarino!

Robin pudo notar como los mercenarios temían de los líderes de la oposición. Era tan abrumadora la pasión y la destreza con las que su madre y Marcela dirigían a sus soldados que sus enemigos temblaron. Generaron un profundo respeto que, por el hecho de tan solo dudar un segundo, llevó a que varios mercenarios cayeran abatidos.

Gregory, en tanto, compartió internamente los ideales en los que se había concentrado el capitán. Recordó una frase determinante de Alejandro Magno, que lo hizo sentir que la situación en la que se encontraban era un perfecto ejemplo para su refrán: «No tengo miedo de un ejército de leones dirigidos por una oveja; tengo miedo de un ejército de ovejas dirigidos por un león».

Dos leones vestidos de gala con su insignia, disparando sus fusiles con elegancia y atravesando los árboles como un bailarín de danza clásica. El arte que suponía su guerra era un componente mucho más glorioso de lo que cualquiera que observara desde la penumbra podía imaginar.

Axe dejó a sus compañeros fallecidos tirados en el búnker, sabiendo que, si quería sobrevivir, no tenía forma de rescatarlos o arrastrar sus cuerpos hacia un destino más seguro. El líder SEAL se vio profundamente afligido por el rechazo que esa actitud le generaba. Si llegaba a sobrevivir y algún día podía volver a los Estados Unidos de América, ¿con qué cara se acercaría a la familia de sus colegas para decirles que su cuerpo quedó abandonado en una isla desierta del Atlántico?

-¡Nos dieron un susto de muerte! ¿Por qué jodida razón olvidaron mantener contacto con la radio? -refunfuñaba Robin mientras se protegía del tiroteo con los soldados que aún disparaban. Él y sus colegas ya no tenían balas. Por más que quisieran tener un rol de mayor impacto en la batalla, sabían que no podían hacer más que correr y esperar que un tiro no les destrozara la sien.

Supervivientes #1 | La influencia del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora