Capítulo 19: ¿Cazador o cazado?

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Hacía falta valor y entereza para poder estar de pie en Salvo después de todo lo que había pasado

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Hacía falta valor y entereza para poder estar de pie en Salvo después de todo lo que había pasado. Al borde del abismo y cercanos a la muerte en incontables oportunidades, la isla no había sido más que un refugio para que las potencias mundiales no pudieran hallarlos.

Una tormenta iracunda, discusiones internas, caníbales, y esa incipiente sensación que además del ya fallecido Doris, otro de ellos permanecía oculto como traidor e infiltrado. ¿Será acaso que Salvo no era más que un chiste de mal gusto? Los supervivientes no podían perder tiempo pensando en eso, por más realista que sonara. Si no lograban acabar con esos soldados rusos en el siguiente ataque sorpresa, ya no podrían pensar en nada más: su muerte los habrá golpeado.

-Alexander, aléjate de aquí. No estás en condiciones de pelear con ese brazo. Tú tienes que ser nuestra esperanza si el plan falla. Si no lo conseguimos... Nuestra historia debe conocerse. Corre. Escóndete. -Tan pronto el capitán dijo esas palabras, una fuerte tristeza lo invadió. Realmente este podría ser su fin y el de los suyos. ¿Estaba preparado para eso? Claro que no. Nadie lo estaba.

-No me iré a ningún lado, señor -contestó Alexander tan firme como nunca.

-Es una orden, contramaestre. Váyase de aquí, ¡ahora! -retrucó Robin quien no podía permitirse perder un segundo más. Alexander les dedicó una media sonrisa de despedida forzada y emprendió su camino lejos de la batalla con los Spetsnaz.

Al otro lado de la arboleda donde se encontraban ocultos el capitán y su grupo, Axe estaba esperando el momento justo de dar la orden de atacar.

-¡No tengo más municiones! Rápido, ¡a cubierto! -gritó una voz en la lejanía cuando por un segundo el resonar de las balas cesaron en toda la isla. El capitán supo en ese momento que los Spetsnaz avanzarían más furiosos que nunca. Y lo hicieron. Aquella tan aterradora sinfonía de disparos que lo recordaba a la batalla en su barco y a la muerte de Viena, se había vuelto a reactivar.

Lo irracional dominó a lo racional. Lo emocional superó todo obstáculo y se puso un paso adelante para hacer que Robin cometiera el peor error de todos: apresurarse.

El ataque ya no había sido ni tan sorpresa ni tan coordinado. Ante el repentino movimiento de su capitán, los soldados de la Marina Real Británica quedaron estupefactos. Desde su posición no podían sacarlo del peligro sin que ellos recibieran un disparo en la cabeza. Se había ido demasiado lejos.

Supervivientes #1 | La influencia del capitánWhere stories live. Discover now