Capítulo 9: El temor al qué vendrá

682 103 52
                                    

-¿Qué sucedió? ¡Vamos, Vicente, corre! -gritó Jack al ver que se había detenido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-¿Qué sucedió? ¡Vamos, Vicente, corre! -gritó Jack al ver que se había detenido. El resto del grupo ya estaba corriendo hacia la entrada del sendero.

-¡No puedo abrir mis ojos! ¡Malditos lentes de contacto! -aulló fuerte Vicente, que estaba más desesperado que nunca y parecía a punto de arrancarse los ojos con las manos.

Eduard no dudó un segundo. Sabía que el tiempo valía oro y se cargó a Vicente sobre su ancha y trabajada espalda. Su fisionomía hacía que se convirtiera en un verdadero escudo humano.

-¡Corran, yo puedo con él! -respondió Eduard haciendo un ademán para que el resto se fuera a encontrar al otro grupo. De todas formas, el fortachón no tardó en emprender marcha y unos segundos más tarde ya estaba moviéndose hacia su equipo.

Robin y Jack lideraban la marcha a pasos agigantados. Por lo que habían caminado, debían estar a no más de kilómetro y medio. El capitán no paraba de pensar que esos ingenieros cometían demasiados errores cuando estaban solos. Sería la última vez.

-¿Cómo pudo haber desaparecido? -le preguntó Jack a su capitán.

-No tengo la más remota idea. La desgracia persigue a estos muchachos.

Tras retomar hasta la entrada a las puertas del infierno, el grupo de Andy esperaba impaciente a los soldados de la Marina Real Británica. Todos tensos, todos nerviosos. Incluso Gregory, quien se movía frenéticamente en círculos y fruncía el ceño, parecía estar inquieto con la desaparición de Louie.

-¿Qué pasó con tu hermano? -le preguntó compasivo Robin a Andy muy agitado. Habían corrido a máxima velocidad.

-Fue todo tan confuso... Se retrasó unos segundos porque era hora de que tomara su medicación. Vi como sacó su botella de agua, caminé unos metros más... Cuando me volví a dar vuelta, ya no estaba. Y cuando volví sobre sus pasos, la pastilla estaba tirada en el suelo al igual que su mochila.

-¿No escucharon absolutamente nada? -preguntó Eduard tras sacarse de los hombros a Vicente, que se reincorporó lo más rápido que pudo y agradeció con un gracias mudo.

-Nada de nada. -Andy se aproximó al capitán con los ojos vidriosos-. Tenemos que encontrarlo urgente, capitán. Él... Él no sobrevivirá mucho ahí afuera.

-¿Por qué no? -Morris estaba intrigado.

-Tiene una malformación cardíaca. Cuando salimos de la panza de mamá su corazón no funcionaba correctamente... Lo han operado y medicado desde entonces. Casi muere, ¿saben? -contó Andy al mismo tiempo que una lágrima caía por su mejilla-. Si no toma sus pastillas cada diez horas, hay un riesgo enorme de que le dé un infarto.

Los solados se quedaron estupefactos. El tiempo valía mucho más de lo que ellos podían imaginarse.

-Pero... ¿Tú tienes esas pastillas? -Fue lo primero que le vino a la cabeza al capitán.

Supervivientes #1 | La influencia del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora