Capítulo 7: ¡Piedra libre, carroñeros!

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-Están haciendo un trabajo de esclavos -le susurró Morris a Andy viendo como algunos de los ingenieros cavaban la tumba de su compañero con sus propias manos

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-Están haciendo un trabajo de esclavos -le susurró Morris a Andy viendo como algunos de los ingenieros cavaban la tumba de su compañero con sus propias manos.

Los supervivientes habían sentido la muerte de Erik como un golpe bajo, como una clara muestra de lo rápido que puede bajar la autoestima en Salvo. De pronto, aquella actitud apacible y despreocupada de los ingenieros había desaparecido. Ahora lo suplantaban caras tristes, lágrimas y el entierro del muerto Eric.

-Vas a hacerte daño -le dijo Eduard a Loreley-. Déjame ayudarte.

La rubia apreció el gesto del fortachón, a quien le dedicó una mirada dulce, y se apartó para descansar sus manos. Loreley quiso secarse las lágrimas, pero estaba cubierta de tierra. Tuvo que refregarse sobre su remera.

Los ingenieros concluyeron su extenuante tumba pasadas varias horas. Enterraron a Erik sin mediar palabra en un silencio profundo, y sintieron el cántico de las aves y la brisa del viento chocar con la naturaleza como los únicos sonidos audibles. Sonidos que parecían cada vez más fuertes, como si toda la isla buscara presenciar el memorioso acto lo más cerca posible. Salvo tenía ese no sé qué distinto a cualquier otro lugar.

-Verlo morir tan tontamente me ha dado un gusto muy amargo sobre este lugar -comentó Morris con su tan típico sonar indiferente, a la par que caminaba con Robin lejos del resto.

-Sin dudas -Robin se frenó en seco-, aunque creo que lo que más me impacienta son la cantidad de incógnitas sin resolver. Lejos de encontrar respuestas solo nos hemos encontrado con un grupo emocionalmente atrofiado que tienen aún más preguntas inconclusas que nosotros.

-Robin, ¿puedo hablar contigo un segundo? -consultó Loreley con una voz insegura. Su rostro todavía estaba muy demacrado por las lágrimas derramadas, pero a ojos del capitán la belleza seguía siendo la misma. De todas formas, Viena se cruzó por su mente y no pudo evitar girar su cabeza con brusquedad en señal de reprobación.

Morris comprendió que debía apartarse de aquella conversación. Observó a su amigo en señal de retirada y se fue caminando lentamente para reunirse con el grupo.

-Claro, dime. ¿En qué puedo ayudarte?

-Los he escuchado. Sé que traman algo. Puedo sentir que pasará muy pronto... Son traidores, no son quienes tú piensas. Traidores... Traidores -repetía Loreley gesticulando con sus manos como si de una loca se tratara. Robin no comprendió a qué se refería, pero si entendió que lo que estaba intentando decirle era algo que ya no podía tener más guardado. Era como si lo estuviera intentando escupir.

-¿De quién estás hablando? Cálmate, por favor -dijo Robin estrujándola contra su pecho. Loreley se quebró por completo al igual que Robin, que no pudo evitar volver a pensar en Viena. ¿Cuánto tardaría en olvidarla?

-He oído a hablar a dos de tus hombres... No sé quiénes son, pero tampoco puedes confiar en ellos, ¡no son quienes dicen ser! -le susurró Loreley al capitán entre sollozos. No pudo animarse a mencionarle esa inicial que había descubierto, ese posible apodo que desconocía. Era simplemente ir demasiado lejos.

Supervivientes #1 | La influencia del capitánDove le storie prendono vita. Scoprilo ora