IX - Lord Persifal

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Rodaerick

Apenas habían transcurrido un par de horas cuando volvieron a tocar a la puerta de Rodaerick. 

Honestamente, esperaba que no se tratara del mismo mocoso de nuevo, o se vería obligado a darle una buena tunda hasta que las ideas de pajes y caballeros abandonaran su cabeza.

Después de dar su permiso, un sirviente abrió la puerta e hizo una reverencia.

—Lord Persifal de Gérolstein —anunció haciéndose a un lado para dejar pasar a su señor. El aludido entró lentamente, como si disfrutara de la situación. Para desconcierto de Rodaerick, quien esperaba a un anciano encorvado y tembloroso, el hombre que tenía enfrente difícilmente sería mucho mayor que él. Llevaba un traje de lana gris oscuro, adornado con algunos detalles de plata en el cuello y las mangas. Una capa negra hecha a la medida ondeaba a sus espaldas, sujeta al traje con un broche en forma de cabeza de cuervo.

—Lord Albourne, permítame presentarme: mi nombre es Persifal Von Klaus. La comunidad de Gérolstein en Almaine esperaba ansiosa su llegada.

—Un honor conocerlo, Lord Persifal —le saludó Rodaerick con cautela. Había algo en su invitado que le resultaba inquietante, aunque no podía precisar el qué.

Lord Persifal se paseó por sus apartamentos con gran familiaridad, como quien visita una casa que le interesa antes de comprarla. Se acercó a la mesa y tomó una de las copas de cristal que se encontraban en ella.

—¿Puedo? —preguntó, haciendo referencia a la botella de vino que se encontraba junto a las copas.

—Por favor —le concedió el dueño de la habitación.

Con la maestría de alguien que ha repetido la acción cientos de veces, Lord Persifal abrió la botella y llenó a la mitad su copa. Le ofreció la otra a Rodaerick, quien se negó cortésmente.

—Un poco más dulces que los vinos que tenemos en casa, pero no dudo en que se acostumbrará pronto —comentó Lord Persifal, mientras se sentaba en un extremo de la mesa.

Al acercársele para imitarlo, Rodaerick notó ciertos detalles en su compañero que no había notado en un principio. Tenía varias líneas de expresión bajo los ojos, como si no durmiera lo suficiente, y las uñas recortadas como si tuviera por costumbre mordérselas. No obstante, lo que más le preocupaba era que ya había identificado la causa de su malestar.

Lord Persifal tenía la misma sonrisa torcida del Usurpador. La sonrisa vacía de un hombre que sabe que tiene el poder suficiente para que se haga siempre su voluntad.

—Milord, no sé qué le habrán dicho, pero me temo que...

—Las pláticas de paz son sólo una fachada—terminó el otro hombre por él—. Ya lo veía venir. Ha pasado poco tiempo desde el Asunto de la Torre, y el Usurpador no es un hombre que olvide y perdone fácilmente.

Su mirada se dirigió a la única ventana abierta de la habitación, absorto en sus pensamientos. Al notar la expresión atónita de Rodaerick, soltó una carcajada.

—¿Pensaba que sólo le decían así en el otro lado? Mi querido amigo, tiene mucho que aprender sobre este lugar —afirmó mientras se terminaba de un trago el líquido que quedaba en la copa.

La Corte de los SecretosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang