La aventura de Milos pt.2

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Milos

Milos se imaginaba el cielo diferente.

Como se lo había pintado el párroco del pueblo, él pensaba que al morir estaría flotando sobre nubes blancas por el resto de la eternidad. Bueno, eso si Dios le perdonaba lo que había pasado aquella tarde con su prima y la gallina y San Pedro le permitía la entrada al cielo.

Ni en sus sueños más fantasiosos se le hubiera ocurrido que despertaría sobre cojines de seda azul e hilos de oro, rodeado por tres preciosas mujeres que lo miraban atentamente. Lo único que tenía sentido en todo eso era la angelical música que salía de alguna parte.

—Ya despertó, milady —dijo una de las mujeres, quien se retiró para cederle su lugar a una dama aún más hermosa.

—¡Lady de Beville! —dijo Milos incorporándose de un respingo, y fue hasta que vio el broche de brillantes en su pecho que tuvo que reconocer que aún seguía en el mundo de los vivos—. Yo soy Milos. Si me lo permite, es usted más bonita que cualquier pintura que haya visto en mi vida.

—Oh por favor, dile algo que no le hayan dicho antes —comentó otra de las mujeres, rubia y de ojos almendrados.

—¿Estamos en sus aposentos? —la idea se le ocurrió a Milos, mirando el esplendor que lo rodeaba—. Porque me dijeron que no se admitían hombres en sus habitaciones, bueno, excepto al rey, pero yo no soy el rey y no quiero causarle problemas, y...

—No, estamos en el comedor de Ser Rowan, era el lugar más próximo al lugar donde te desmayaste. Janine aquí presente no dudó en traerte hasta aquí e ir a buscarme. Me dijo que tenías que hablar conmigo.

—¿Hizo todo eso por mí? —respondió Milos ilusionado, buscando a Janine con la mirada. La encontró al otro lado de la habitación, con los brazos cruzados.

—No podía dejarte ahí tirado —dijo ella a la defensiva—. Cómo sirvienta del castillo, es mi obligación recoger toda la basura que me encuentre en mi camino.

—Milos, ¿en qué puedo ayudarte? —le preguntó Amirah trayéndolo de nuevo a la conversación.

—Perdón. Quería ver si podía hacerme un favor, señorita.

—Bueno, eso depende enteramente del tipo de favor que le estes pidiendo —comentó una de las doncellas, lo que provocó risas sofocadas de todo el grupo femenino.

—Lo siento, no entendí. ¿Dijo algo gracioso? ¿Debería reírme? —Milos se sentía fuera de lugar al no haber comprendido la broma.

—¡Cordelia! —Amirah regañó a su dama de compañía entre risas—. Él no es así. Olvida eso, Milos.

—Bueno, quería saber si podía prestarme su broche, señorita. ¡Se lo devolveré casi inmediatamente! Lo juro por mi vaca.

—¿Mi broche? ¿Para qué lo necesitas? —cuestionó Amirah con sincera curiosidad.

—Una persona me dijo que si le llevaba su broche, podría considerarme como su...

—Ya lo entiendo, una prueba de valor —le interrumpió Amirah—. Eran bastante populares cuando yo era una niña, desconocía que aún lo eran.

Con delicadeza, desabrochó la pieza de joyería de sus ropas y le dio vueltas, haciendo que los brillantes destellaran intensamente al captar la luz del sol.

—Dime Milos, ¿conoces la ley del intercambio equivalente?

Milos se encogió de hombros.

—Antes de venir aquí yo era un simple granjero. La única ley que me enseñaron es que si un hombre encuentra a su esposa en la cama del vecino, tiene derecho de molerlos a ambos a golpes.

—Bueno, eso es un poco más radical de lo que estaba pensando —admitió Amirah. En otro lado de la sala, Lady Cordelia le susurraba a otra de las damas "¿Ves? No es tan inocente como parece."—. La ley de la que te hablo indica que para obtener algo, se debe de dar otra cosa del mismo valor. ¿Qué puedes ofrecerme que valga tanto como mi broche?

—Mi palabra, señorita —dijo Milos sin dudar.

Amirah pareció desconcertada un momento, pero después sonrió ampliamente.

—En ese caso, quién soy yo para ponerlo en duda. Tómala, y se cuidadoso con ella. Fue un regalo de alguien muy importante para mí—una de sus damas le acercó un pañuelo, y Amirah envolvió la joya amorosamente en él antes de colocarla en sus manos.

—Lo seré —Milos la recibió con el mismo cuidado.

—Espero que esa chica a la que quieres impresionar sea muy hermosa e inteligente, para que valga la pena todo lo que has hecho por ella —guiñándole el ojo, Amirah lo acompañó hasta la puerta.

—Tiene de hermoso lo que tiene de buen carácter —replicó Milos suspirando, dejando a una Amirah muy confundida.

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Rodaerick tuvo una jaqueca terrible el resto de ese día. Mientras tanto, Milos se la pasó presumiéndole a todos sus antiguos compañeros de las cocinas su reluciente traje nuevo de paje.

La Corte de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora