Capítulo 15

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Hola! Sí... hemos llegado al final de este viaje tan absolutamente emocionante. Este fanfic ha sido para mi el principio de demasiadas cosas, volver a escribir algo después de tanto tiempo, sentirme parte de un fandom maravilloso, vuestro cariño, la gente a la que he conocido... (ejemmedusaejem) Sois demasiado geniales y os quiero. Gracias a Marta habrá una segunda parte pero esta, acaba aquí, gracias por acompañarme en este viaje.

Este capítulo va dedicado a mi sister, ella me obligó a empezar esta historia ya que no quería hacerlo y aquí está, llegando a su final... Pff. LLORO.

En fin no me enrollo más, disfrutadla mucho.

XV

Tarareaba muy bajito una canción cualquiera, casi con miedo a romper el ambiente silencioso del hospital, medio durmiendo a ratos y aburriéndose la mayor parte del tiempo.

Hacía dos días que la habían trasladado a una habitación en planta, sacándola de cuidados intensivos, estaba mejorando poco a poco y eso implicaba que el tiempo en el reloj pareciese no avanzar lo más mínimo, sin poder hacer nada más que estar tumbada en esa cama de hospital.

Echó un vistazo a la habitación, sonriendo casi sin querer, ya que estaba llena de flores por todas partes. Muchas de ellas cortesía de Irene que nunca se olvidaba de llevarle un ramo, el resto eran obsequios de compañeros de partido, de la oposición e incluso de los ciudadanos que habían querido tener una muestra de cariño hacía ella.

Desde que estaba en planta, no dejaba de esperar ansiosa las horas de visitas, esas horas en las que su habitación se volvía casi una pasarela del mundo político... Pero de todas las personas que decidían pasar a verla aunque fuese un ratito, la única a la que realmente esperaba ansiosa era a ella, a Irene.

Cerró los ojos, acomodándose en la cama, sonriendo porque todo había terminado, estaba fuera del zulo y en cualquier momento Irene traspasaría la puerta haciendo que su día fuese un poquito más luminoso. No se equivocaba puesto que, a los pocos minutos, la puerta se abrió y supo que era ella, Irene siempre era la primera en llegar y la última en marcharse, si es que se marchaba y no decidía quedarse a dormir en ese sillón incomodísimo.

Escuchó cómo se iba acercando, sus pasos seguros y firmes, su aroma salvaje y afrutado la envolvió ensanchando su sonrisa y delatándole a la madrileña que estaba despierta. Sintió como esta acariciaba sus cabellos con ternura, apartándolos de su rostro, esperando que se dignase a abrir los ojos y recibirla con propiedad.

-Inés...- Susurró, enredando sus dedos en el cabello castaño de la jerezana. –Petita meva (pequeña mía) ya estoy aquí ¿No quieres saludarme?

La jerezana negó casi imperceptiblemente con la cabeza, sin abrir los ojos, provocando que Irene pusiera los suyos en blanco y sonriese sin poder evitarlo. Así era su Inés, una niña pequeña. Se perdió en su sonrisa pícara, en ese juego que ella misma había instaurado. Se acercó lentamente a sus labios, casi saboreando con anticipación el estallido en sus vértebras cuando se uniesen, aunque fuese un beso casto y sencillo.

-Vaya...- Entró en el juego rápidamente, pues se moría por perderse en los ojos llenos de vida de Inés y apagar un poquito más esa angustia adherida a su pecho que no terminaba de desaparecer, había estado demasiado cerca de perderla. –Parece que mi Petita está bajo la maldición del sueño, tendré que despertarla.

Vio su sonrisa hacerse mucho más grande, justo antes de unir sus labios mientras Inés le devolvía el beso de forma lenta y tierna, alargando el momento todo lo posible, diciéndole sin hablar que la había echado de menos.

-Por fin.- Murmuró sin poder contener su risa. –Creí que iba a quedarme maldita eternamente Amor meu.

-Inés... De verdad.- Respondió, intentando sonar dura pero sin mucho éxito ya que no podía dejar de sonreír. – A veces me pregunto quién es más adulto si los gemelos o tú.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2020 ⏰

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