Capítulo 5.

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Relata Ben...

Richie estaba muy frustrado. Ver a Bill y Beverly en la pista no le agradaba nada, quizás porque las cervezas ya se le habían subido al cerebro. Pero seguía bebiendo con el ceño fruncido.

Vio que Stan y Eddie bailaban en otra esquina lejana. Bien por ellos, joder. Casi que tal vez debía invitar a Mike a bailar, o tal vez a Ben. Dio otro trago a su cerveza número... ¿Qué? ¿diez?

Y entonces el guardia apareció.

Se acercó con ese aire de rudo matón de un guardia de bar y se colocó delante de Tozier.

—Tu, identificación— le exigió.

En cualquier otra circunstancia Richie hubiera hecho uso de su don de la palabrería para resolverlo, pero estaba demasiado bebido, y solo atinó a arrojarle la cerveza al guardia en el pecho y decirle:

—Ve a pedirle la identificación a tu madre, estúpido— y encima luego agregó:—A no, deberás que se la ha dejado en mi casa la otra noche.

Hombre muerto.

—¿De verdad hice eso?— Richie suspiró—. Vah, el Richie borracho es un peligro para el Richie común, debo hacer algo al respecto.

Beverly lo golpeó en el brazo y luego miró a Ben aamablemente.

—Continúa, ¿si?

Ben sonrió tímidamente.

—Claro, decía que entonces...

El guardia le dio a Richie un golpe en la cara que le dolió hasta en el alma. Casi sintió que se le reventaba el ojo, y cayó hacia atrás de forma nada elegante.

—¡Richie!

Antes de que el guardia moliera a Richie a golpes, Mike y Ben se interpusieron.

—¡Espere! ¡Espere!

Pero el guardia estaba hecho una furia y era del tamaño de tres Richies por lo menos.

Beverly llegó a interceder también. Llegó con Bill, pero este no era más que una mota de algodón ahora mismo. No consumía alcohol y se notaba en su nula capacidad de mantenerse sobrio a las dos cervezas.

Stan y Eddie llegaron también y de pronto la pelea era un:

Perdedores v.s Goliat.

Entre empujones y gritos lograron que Bev sacara a Richie y luego corrieron hacia la puerta. Condujo esta vez Mike, que no estaba pasado de alcohol como los otros y sabía conducir, además.

Subieron al auto.

—¡¿A dónde?!— gritó Mike.

El guardia ya llegaba a donde ellos estaban.

—¡Casa de Bill!— gritó Richie.

Bill, que reía ebrio en una esquina del auto, solo asintió con la cabeza, hipando.

—C-Claro.

El auto arrancó.

Bill dedicó a Richie su mejor mirada de odio absoluto.

—¡Fue tu maldita idea venir a mi casa!

Richie alza las manos como queriendo demostrar inocencia.

—¡Tu dijiste que si!

—¡Estaba ebrio!

—¡Igual yo, joder!

Te quiero y no estoy bromeando | Staddie & Bichie.Where stories live. Discover now