Capítulo 17 | Maratón 1/3.

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Richie sabía que Bill tomaría el control. Que él y Eddie resistirían. Lo sabía porque admiraba a Bill (aunque no lo admitiera en voz alta) lo suficiente como para saber lo valiente que era.

Sin embargo, la parte irracional de su cerebro seguía haciendo que el miedo le golpeara el corazón contra el pecho, de tan fuerte que latía.

Si, carajo, estaba muerto de miedo.

¿Y si no llegaba a tiempo? ¿Y si Bill...? Sacudió la cabeza. No, imposible, Bill era fuerte. Bill protegería a Eddie y sabía que Eddie ayudaría a Bill de ser necesario. Eddie tenía un pequeño problema de autoestima, pero no era cobarde.

Si, estarían bien.

Mientras ellos, los cinco perdedores restantes, avanzaban en la oscuridad. Rápido. Más rápido. La imagen del espectro, la mujer de blanco, marcada en su memoria.

Richie dio un rápido vistazo a Stan y fingió no notar que este hacía un esfuerzo por limpiarse las lágrimas y ocultar que lloraba. Y tuvo un pensamiento estúpido: De Stan y Eddie, ¿quién era el pasivo?

Joder, que no era tiempo de pensar en estupideces.

Quién lideraba el grupo era Ben. Mike y él caminaban con las manos entrelazadas. Richie también fingió no darse cuenta de eso, al menos de momento.

—Aquí es— Ben se detuvo y Richie casi choca contra su espalda al ir tan perdido en sus propias cavilaciones.

Miró al frente y se encontró con una vieja casa de campo abandonada.

—Perfecto para un fantasma—. masculló sin poder evitarlo.

Mis niños...— y de pronto, una voz espectral a sus espaldas—. No puedo ir a mi casa...

Richie se sobresaltó. Agarró a Stanley de un brazo y lo puso junto a él, protegiendo a su amigo de forma instintiva.

Si, Richie y Eddie seguro podrían resistir pero...

La mujer espectral avanzó hacia ellos, implacable.

¿...ellos lo lograrían también?

....

Los pasos por la escalera del sótano hicieron a Eddie y Bill ponerse alerta.

Pero el espectro había dicho que no podía entrar a su casa... ¿entonces quién...?

En efecto, no bajó la mujer fantasma, sino dos niños tomados de las manos con una expresión siniestra y pálidos, con los labios violáceos y las venas translúcidas.

No estaban vivos. No, definitivamente no estaban vivos.

Bill se animó a hablar.

—¿Q-Qué q-qui-quieren...?—  estaba tartamudeando demasiado.

—¿Qué quieren de nosotros?— completó Eddie, con voz temblorosa pero firme.

Los sonrieron de una forma nada alegre.

Queremos jugar— dijeron al unísono. Sus voces hicieron eco en el lugar—. Hace tiempo que nadie juega con nosotros.

Hablaban como si fueran uno solo, daba escalofrío.

Uno levantó una mano y, de pronto, Bill fue arrastrado hacia ellos como por una fuerza invisible.

Te quiero y no estoy bromeando | Staddie & Bichie.Where stories live. Discover now