Quince

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Al entrar pudo admirar mejor el interior del automóvil, ya había estado ahí varias veces pero no se había tomado el tiempo de observarlo, por fuera era hermoso, no había ni un solo rasguño o gota de suciedad, era totalmente pulcro, el interior era un asco, la parte trasera estaba llena de envoltorios, los asientos estaban un poco manchados con comida y en la parte del frente el tablero estaba lleno de pequeños papeles y migajas, habían vasos de café tirados y algunas manchas de algún vaso que no se había mantenido cerrado.

—Espero que te guste mi desorden —en su voz había un pequeño toque de orgullo

—No lo creo, pero no me molestaré en decirte que lo limpies de todas formas no vas a hacerlo —se sincero pues sabia como era la chica

—Tienes razón, no lo haré —confirmo guiñándole un ojo

El auto se encendió pero no se puso en marcha, Daniela moría por saber como estaba María Jose por lo que aprovecho la oportunidad para preguntarle

—Poché, ¿Cómo estas? —pregunto preocupada

—¿Leiste Lara Kler? ¿Telo di cierto? —ignoro su pregunta

—Poché... -la reprendió tranquilamente

—Sí te lo di, ya he recordado. Se que leer no es tu pasatiempo favorito pero... —continuó ignorando las palabras de Daniela

—¡Poché! —grito frustrada, pero aun así la chica pareció no inmutarse ni un poco

—Calle, ¿Leiste Lara Kler? —volvio a preguntar ignorando todo

Cansada de insistir, Daniela decidió dejar de hacerlo, si ella no quería hablar de eso ahora no la presionaría, pues sabia lo difícil que podía ser aquello.

—Lo siento, estuve muy ocupada los últimos días que no tuve tiempo —suspiro derrotada

—¿Al menos lo abriste? —preguto emocionada

—No, lo siento

—Subrayé algo para ti, era para que lo vieses en cuanto lo abrieras. Es una lástima que ni siquiera te hayas fijado en eso —su sonrisa se borro siendo remplazada por un gesto de decepción, su mirada estaba baja

—Puedo checarlo ya, lo tengo aquí no lo he sacado de la bolsa desde que me lo diste —objetó sacando de su bolso aquel peculiar libro

Se abrió justo en a la mitad de este, había una frase subrayada con marcador amarillo, resaltaba de todo lo demás

—¿Puedes leerla? Me encanta —pidio con un tono de admiración

"Pegaso se había enamorado de una sirena y para ser correspondido dejo de volar, su pelaje ya no brillaba, su rayo había desaparecido y sus alas ya no servían, un día cuando pasaba por el lago miro su reflejo y vio que ya no era él, la sirena lo vio y no supo quien era"

—¿Es lindo no lo crees? —pregunto la pelinegra con cierto brillo en sus ojos, aquello parecía encantarle

—Sí, tiene su toque de poesía, ¿Por qué te gusta tanto ese apotegma?

—Frutica, ¿Sabes por qué no quiero estar enamorada de ti? —pregunto delicadamente, estaba tan ansiosa por saber que no se dio cuenta como la había llamado

—No, pero me gustaría saber

—No quiero convertirme en pegaso —un toque de temor acompañaba su voz

—No tienes que hacerlo, yo no quiero que cambies, te quiero tal y como eres, si fuese yo la sirena no me importaría aceptarte como pegaso

—Lo sé. Ese no es el problema

POMPEIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora