Veintiocho

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El décimo mes ella terminó por destruirse.

Y, es que su cambio había sido tan lento y discreto que Daniela no pudo darse cuenta de lo grave que era, de echo nadie pareció darse cuenta.

Las chaquetas negras, las camisetas con pequeños estampados, las gafas obscuras, los chokers, el uso de zapatillas, zapatos de colores, las vendas en sus manos, el uso de colores suaves en ella, la forma en que movía sus manos nerviosamente sobre la mesa, sus pies balanceándose por debajo de la silla, la posición en la que se sentaba sobre la silla en aquella mesa que usaba siempre... Todos esos pequeños detalles que para cualquiera serían insignificantes eran los que habían marcado una gran diferencia en la chica.

Ese día inició como solía hacerlo desde hace ya dos meses. Daniela descansaba tranquilamente entre los brazos de su novia.

—Amor, despierta ya

Pequeños y húmedos besos descendieron por su espalda haciéndola suspira, con intenciones de disfrutar mas de aquel momento decidió mantener los ojos cerrados.

—Amor, ya se que estas despierta. Eres una pésima actriz, enserio.

Una pequeña sonrisa se extendió por su rostro al escuchar aquel tono de su voz, era ronca y soltó una ligera risa.

—No quiero, todavía es temprano. Déjame dormir otro rato —se quejó removiéndose entre las sábanas, el sol entraba por la cortina haciendo que su vista fuese borrosa pero aún así diviso una sonrisa en el rostro de su novia.

—Vamos, tuve un sueño realmente muy bueno. Y me gustaría que lo recreáramos

—Si tu sueño no implica dormir hasta tarde entonces no me interesa —sus párpados se sentían pesados y sus ojos amenazaban con volver a cerrarse.

—Te prometo que involucra cosas más interesantes que solo dormir —su mano trasaba con delicadeza el contorno de sus piernas, un pequeño jadeo salió de sus labios cuando esta comenzó a subir hacia su muslo

Sus caricias eran tan suaves como la húmeda y delicada nieve que reposa en el piso mientras poco a poco sigue cayendo pero tan sensuales como el fuego que arde en su interior.

Una mezcla perfecta del cielo y el infierno descansando en un punto dentro del purgatorio.

Aún así el sueño seguía invadiéndola, realmente quería dormir. El sueño podría esperar para después.

—No, déjame dormir —se quejó volviendo a cerrar los ojos

—Amor... —sonaba necesitada

Podría haber seguido protestando de no ser por la traviesa mano de la pelinegra que se escabulló hasta su centro haciéndola soltar un pequeño gemido.

—Ya, esta bien. Tu ganas, pero que sea rápido porque quiero seguir durmiendo y hoy debo ir al hospital para arreglar algunos papeles

María José sonrió victoriosa ante aquellas palabras y entre pequeños suspiros descubrió que jamás se había sentido tan viva.

(...)

Su día comenzó normal, montones de documentos que revisar y varios expedientes por llenar, nada anormal.

Nada parecía ir mal, y tampoco había algo que les avisara lo que sucedería mas tarde.

Al terminar de llenar papeles María José y Daniela seguían dentro del hospital mirando la desgastada pintura de rosas detrás del mostrador que pedía en silencio un descanso, amabas tenían una sonrisa en sus rostros, tenían botes de pintura por todas partes y María José cargaba entre sus manos un lienzo, y es que estaban tan emocionadas por el resultado final.

POMPEIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora