Veinticuatro

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El sexto mes tallaron sus nombres en un árbol.

Aquel día, al salir del hospital, Daniela fue a casa para ponerse algo de ropa un tanto más cómoda y un abrigo que la cubriese del frío.

Hoy no estaba lloviendo pero el viento soplaba algo fuerte, las oleadas de aire eran frías. Saldría con María Jose, irían al mismo restaurante de comida italiana de siempre.

Cuando recibió un mensaje de la pelinegra avisándole que ya estaba abajo esperándola tomó sus cosas y bajo.

María José llevaba puesta su clásica ropa de color negro, jeans ajustados, una playera larga y unos zapatos negros que cubrían sus casi indivisibles pies.

(...)

Estaban sentadas en la mesa junto a la ventana mientras esperaban sus ordenes. En todo el camino María José no había parado de mirarla y eso era algo de lo que disfrutaba, no sabía los motivos por los cuales lo hacía pero enserio le gustaba.

Tal vez era porque enserio la amaba.

—Enserio creo que eres hermosa —su voz era tranquila y suave

—Yo pienso lo mismo de ti

—¿Cómo crees que sería la perfección si fuese una persona? —preguntó la pelinegra acariciando suavemente su mejilla

—No lo sé —estaba muy distraída disfrutando de las caricias de la otra chica

—Pues, yo creo que si la perfección fuese una persona se llamaría como yo —Daniela no pudo evitarlo y soltó una ligera risa, la pelinegra tenía una sonrisa arrogante —... Pero se vería como tu

Aquellas simples palabras la hicieron suspirar.

—Oye, linda playera por cierto -—jamás la había visto usar aquella prenda, pero le gustaba

—¿No me prefieres sin ella? —la cuestionó con una sonrisa de perversión

Estaba a punto de contestar hasta que llegó el mesero entregándoles sus ordenes.

Habría retomado la platica de no ser por lo siguiente que vio.

María José se llevo un trozo de pasta demasiado rápido a la boca provocando que algo en su mano se moviera, y ahí enrollada en su mano una venda llamó su atención.

Tomó su mano sin decir nada, la chica no protestó ante aquello pues sabía que había sido descubierta.

Sintió una fuerte presión en su pecho cuándo vio aquella venda con algunas manchas de sangre seca sobre su mano, claramente había sido puesta con bastante torpeza.

—Prometiste llamarme, Poché. Dijiste que primero buscarías otras alternativas

—Lo sé, es solo que...

Aquella frase término en un pesado suspiro, Daniela trataba de no llorar mientras esperaba una respuesta.

—Lo hice hace poco, después de enterarme de lo de Karla y recordar lo del Belchite. Regresé a mi apartamento pero no podía dejar de pensar en lo mucho que sufrió estando allí, en todas las personas que también sufrirán por aquel lugar, me tomé un par de copas de vino. Tal vez demasiadas... Pero juro que no estaba pensando cuándo pasó.

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