Capítulo 1 (Versión antigua)

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(Recuerdo que este capítulo se trataba de la versión antigua, y que no tiene nada que ver con la historia actual. No se encuentra corregida, por lo cual puede haber faltas de ortografía. Recuerdo que todos los capítulos de esta novela están registrados en Safe Creative, por lo cual está prohibida la copia y/o adaptación de la novela completa o capítulos individuales, bajo pena de ley según estipula Safe Creative. Sin mas, disfruten de este capítulo <3)

Observo con detenimiento el reflejo de mi cuerpo en el espejo. Primeramente mi rostro, cubierto de una capa ligera de maquillaje; tras él un inesperado grano. De mis labios sale una risa suave al recordar las expresiones de las maquilladoras nada mas notarlo. Realmente no me importa, es mas, estoy en la edad de tener acné, pero todos se empeñan en que mi rostro y cuerpo debe ser perfecto. Siendo mi cuerpo, me preocupo mucho menos que ellos.

Prefiero ser feliz antes que perfecta, el cuerpo es mera materia que al paso de los años se desgastará, y lo que importa es el interior de cada persona: su forma de ser y sus sentimientos, los cuales sí perduran con el paso de los años.

Un autor muy conocido, Garcilaso de la Vega, suele utilizar en sus poemas la famosa locución latina de Carpe Diem, cuyo significado es "aprovecha el momento".

"Y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre."

Dejando de lado mi rostro, poso la mirada sobre mi cuerpo, cubierto con un largo vestido rosado claro. Porta un leve escote que solo deja al descubierto mi clavícula. Sus mangas son cortas, perfectas para esta época del año. La parte del torso es estrecha hasta la falda, ligeramente tableada y larga, llegando incluso hasta tocar el suelo.

Agradezco que me permitan usar este tipo de vestido, no soportaría tener que usar uno pomposo, el cual ni siquiera permite caminar, ni tomar asiento con comodidad.

No me apasionan mucho los vestidos, prefiero usar faldas cortas y tableadas tal y como las de uniforme escolar de uno o varios colores. Suelo usar vestido en aquellas celebraciones en las que no es conveniente usar faldas, como el evento de hoy que es de etiqueta.

Antes de salir de mi habitación, recuerdo colocar una sonrisa fingida sobre mis labios, tal y como me enseñaron años atrás. Por educación y respeto, debo mostrarme interesada ante cualquier asunto, aunque por dentro solo desee marcharme o cambiar de tema. Básicamente: debo ser como un adorno: bonito y servicial.

Camino despacio por el silencioso pasillo. Afortunadamente mi vestido es tan largo que, aprovechando esto, cambié los zapatos de tacón que me ofreció mi estilista por unos zapatos con una leve cuña. Mi mayor secreto es que odio usar zapatos de tacón, sobre todo los que venían con el vestido: un tacón tan alto que, si te caes, consigues comerte el suelo. No los necesito midiendo 1.64 metros. Creo, no me gusta aparentar lo que no soy.

De vez en cuando me cruzo con guardias o empleados, a los cuales les ofrezco una leve inclinación de cabeza como saludo. Al llegar a la planta cero, la sala del trono se encuentra justo enfrente de mí. Sus grandes puertas se encuentran completamente abiertas, permitiéndome observar su interior. Los tres tronos situados al fondo de la habitación se encuentran desocupados, razón por la cual las puertas se encuentran abiertas. Cuando el Rey se encuentra debatiendo sobre temas que no requieren mucho tiempo, suele hacerlo en esta sala, con las puertas cerradas. Cuando son cuestiones mas serias, temas tales como una nueva ley o algo de vital importancia, suelen usar la sala de juntas.

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