Capítulo 4 (Versión antigua)

442 14 0
                                    

Con desgana, introduzco cuidadosamente mi ordenador portátil en el interior de una maleta. Con esta última van ya cinco maletas preparadas. Me siento tan molesta encontrándome en esta situación, en la que no puedo elegir sobre qué hacer con mi propia vida, que me apetece externalizar mis sentimientos arrojando la maleta al suelo, pero al haber cosas electrónicas opto hacerlo con la maleta de la ropa.

Eso es, que se note mi indignación.

Si alguien me viese, se preguntaría: ¿Qué hace la loca esa? Siendo breve, días antes pedí a mi padre la anulación de este compromiso, el cual en ningún momento hubo consentimiento de por mi parte. Puedo ser su hija preferida -y única-, pero cuando dice "querer lo mejor para mí", se refiere a que no piensa anular este absurdo acuerdo. No me salvó de esta situacion mi comportamiento tierno, ni siendo infantil ni caprichosa. Está decidido ya, tendré que vivir durante un tiempo indeterminado en el castillo de Linen, y es una orden absoluta.

Miro más allá de la maleta y mi amiga se encuentra junto a la puerta, su vista sobre la maleta con una mueca. La misma expresión que describí anteriormente, seguramente pensando que me falta algo en la cabeza.

Lo cual no lo niego, me declaro culpable.

— Tía, que no es culpa de la pobre maleta. Ella también tiene sentimientos.

— Ya lo sé, estoy alterada. Los que tienen la culpa son mi padre y los reyes, esos sí que no tienen sentimientos. Y ese maldito príncipe... ¡Si se hubiese negado, sería libre! ¡Todos se han puesto de acuerdo para hacerme la vida imposible!

Otra maleta va directa al suelo, con mas energía que la anterior, externalizando mis sentimientos de frustración. Intento no llorar cerrando con fuerza mis ojos, aunque sintiendo una presión en mi pecho. No voy a poder aguantar ni un solo día allí. La puerta se vuelve a abrir, tras ella se encuentra Arno, mirando interrogante a mi amiga.

— Tranquilo, puedo domar a la fiera sola —contesta mi amiga a su pregunta mental, recibiendo un asentimiento del chico, que monta guardia en la habitación por si acaso.

El chico lleva tres días tras mi espalda, el Rey confía tan poco en mí que lo hizo responsable de mi cuidado. Cómo no, haciendo responsable a otros de sus actos. Menos mal que el chico me cae bien y no le estoy dando problemas, llega a ser otro y ya me habría marchado, hasta que mi padre rompiese el estúpido compromiso. Puede parecer que estoy exagerando, pero actualmente me veo capaz de hacerlo. Arno y yo llevamos siendo amigos desde la fiesta, eso sí, se enfadó conmigo por lo de los laxantes. Como es lógico.

Arlette recoge las maletas del suelo y las posa sobre la cama, a mi lado, siempre mostrando una actitud calmada y maternal. A diferencia de mí, con actitud infantil ante el agobio. Estando ella de pie, toma mis manos, haciendo que la mire.

— Sofi... Recuerda que estaré contigo. Solo estaremos un tiempo en el castillo de Linen , si mas tarde no te sientes cómoda, convenceremos a tu padre para volver. Él quiere lo mejor para tí.

— Si lo quisiera, no hubiese hecho esto. Es ilógico, se ha confabulado con la Reina para hacer esto posible, estoy segura.

— Mira el lado positivo, podremos viajar a otro lugar y conocer sobre otras costumbres, además que no tendrás que aguantar a tu madre por un determinado periodo de tiempo. ¿No es lo que siempre quisiste, poder salir al fin del castillo?

Gruño y miro hacia otro lado hinchando mis mejillas de aire, sin querer dar la razón a mi amiga.

— ¿Y bien? —espera la respuesta, de brazos cruzados.

Asiento con la cabeza, sin siquiera mirarla. Ella se ríe levemente con mi actitud y besa mi frente, para seguidamente tirar de mis brazos para ponerme en pie. Pone el asa de una maleta en mi mano, a la vez que ella sujeta otra maleta y mi mano, guiándome hacia la salida.

Proyecto princesaWhere stories live. Discover now