Capítulo 0.1. Destinos cruzados

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Capítulo 0.1.

(Antes de leer, quiero mencionar que, debido a problemas de plagio, me he visto obligada a modificar los derechos de autor en Safe Creative (entre otros) para asegurar que la novela no sea ni adaptada ni copiada bajo ningún concepto, bajo sanción. Para más información, podéis consultar el "Capítulo 11" de esta novela, en donde explico mejor todo este asunto. Disculpen las molestias, y disfruten de la lectura ^^)

En mi cumpleaños número cinco, me sugirieron pedir un deseo.

Recuerdo haber mirado a Olivia con confusión. Ella, por su parte, no borró en ningún momento la sonrisa de su rostro.

— Sabes cómo se piden los deseos, ¿no, lucecita?

Asentí con la cabeza. Claro que lo sabía. Lo que en realidad me extrañó fue aquella petición. Tenía entendido que los deseos se caracterizaban por ser algo que se anhelaba, y una niña de 4 años no podía anhelar nada. Nada... material, en mi caso. Eché un vistazo a las personas que ocupaban la mesa. Mi familia se encontraba al completo, además se veían felices. Con eso me bastaba. No permitiría que nada ni nadie les hiciese daño.

Ya está. Acababa de encontrar un deseo.

Mis ojos se cerraron, y la mecha que mantenía las velas encendidas se apagó. Abrí mis ojos cuando todos comenzaron a aplaudir. Recuerdo haber fijado mi mirada sobre las velas. La mecha se veía quemada.

Yo no había apagado la vela.

Supe de inmediato que algo iba mal, sin embargo, con el pasar de los años me fui acostumbrando. Me acostumbré a algo sin saber lo que era. Solo sabía que no debía ser nada malo. Si había nacido con aquello, no tenía motivos para preocuparme.

Me costó trabajo llegar a esta conclusión. Nadie de la Academia era como yo, y aquello me hacía sentir sola y... diferente. Una vez, Olivia mencionó que algún día me daría cuenta, y solo yo podría solucionar mis dudas. Que, ante todo, debía cultivar la semilla de la confianza para lograr hacer frente a cualquier problema. A pesar de todo, me agradaba ser diferente. Me percaté que, gracias a ello, obtuve mejor trato que los otros niños de la Academia. Al igual que ellos, asistí al colegio hasta finalizar el ciclo de infantil. A partir de ahí, hasta actualmente, el profesor se hizo cargo de mi enseñanza.

— Dime, pequeña, ¿cómo se llaman las plantas de la sección D?

Me crucé de brazos y le dirigí una mirada llena de suficiencia. Por supuesto que lo sabía, es más, conocía de sobra aquella sección del invernadero.

— Eso es fácil, abuelo —no pude evitar soltar una carcajada. Me puse de pie sobre el banco en el que estábamos sentados, y señalé casi sin mirar la zona en donde se ubicaba. Un par de monjas estaban realizando sus labores, como era costumbre—. Plantas medicinales. ¿Alguna duda más?

«Te vas a caer por tonta»

Rodé los ojos.

Lo que más me gustaba de las clases con el profesor era que nunca seguíamos un temario. Aquel día, por ejemplo, me llamó la atención un libro de botánica que había en la biblioteca del profesor. Él, al verme tan concentrada en el libro, me comentó que éste me había llamado. Recuerdo haberme reído ante tal ocurrencia, y él decidió que nuestras clases por hoy serían en el invernadero. Cogió el libro con una mano, mi mano con la otra, y me guio hasta el lugar. En un principio me alegró estar allí, sin embargo, algo me hizo cambiar de opinión.

— Muy bien, listilla. Ya que lo dices, tengo otra duda. ¿Para qué sirven?

«¡Zas! Te ha pillado»

Proyecto princesaWhere stories live. Discover now