Capítulo 7

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— Ven, cariño, siéntate en el regazo de Daddy.

Sofía miró con extrañeza a su novio, para luego cambiar su expresión a una de perplejidad. De nuevo estaba repitiendo aquella extraña palabra, lo cual hizo que se percatara de que no era fruto de su imaginación, tal y como él aseguraba. De algo sí estaba completamente segura, y era que aquella palabra no pertenecía al castellano, por lo cual supuso que provenía de otro vocablo. La razón de no poder detectar a cuál de todos los idiomas existentes pertenecía se debía a que ella, al habitar por durante toda su infancia en un país tan remoto como Khasuba, no se le permitió aprender otros idiomas que no fuesen el castellano, el cual era el más hablado mundialmente con mucha diferencia. Con rapidez se incorporó y se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama. Frunció el ceño asustada al cerciorarse de que, si Ryu no hubiese retirado la taza a tiempo, la podría haber derramado sin querer. Él trató de reprimir una risa, aunque su tono de voz era un tanto serio.

— Niña ansiosa...

— Lo volviste a repetir, asi que me acabas de confirmar de que no ha sido producto de mi imaginación.

Ryu dejó escapar una sonora carcajada de su garganta y negó con la cabeza cuando la menor cambió su expresión a una suplicante. Era de esperar esta reacción por parte de ella, su novio llevaba un rato diciendo palabras extrañas, y eso la hacía sentir inculta.

— En cuanto te sientes en mi regazo, te explicaré todo lo que desees saber.

Sofía bufó con resignación y obedeció la orden sin rechistar. No se podía permitir el lujo de ignorar su petición, al fin y al cabo, la que acabaría perdiendo sería ella. Su mayor debilidad era ser demasiado ansiosa, le molestaba demasiado cuando alguien quería contarle algo, y al momento se echaba para atrás o se le olvidaba.

— Primero antes que nada, no comprendo algo. ¿Por qué el enviado real me mandó llamar en vez de venir tú? Nunca antes había venido nadie a buscarme en tu nombre.

— Oh, ¿por eso estabas tan asustada hace rato? Pobrecita mía -el mayor rodeó la cintura de la niña con sus brazos, atrayéndola a su pecho-. Lo siento mucho, mi niña. Estaba pendiente de un par de asuntos con mi padre, ya sabes, asuntos de Estado, y también contaba con el inconveniente de la lluvia.

— ¿Sobre qué tema discutíais, si se puede saber?

Ryu negó un par de veces con la cabeza y sucesivamente posó el borde de la taza sobre los labios de su prometida, así tratando de impedirle hablar. La joven, sin rechistar, tomó un sorbo de aquella humeante bebida, aunque en ningún momento se rindió. Su curiosidad la estaba matando.

— Ryuuu...

— "Daddy" -el mayor volvió a retirar el recipiente hacia un lado cuando la princesa se puso de pie con rapidez-. Con tantos movimientos vas a acabar derramando el té sobre ti, y lo único que vas a lograr es quemarte, señorita.

— Tú sabes más que nadie lo mucho que me molesta que me digan palabras desconocidas, o me hablen sobre temas que no conozco. Me hace sentir muy inculta y tú solo sigues con lo mismo.

El príncipe la observó un tanto orgulloso. Su prometida, a pesar de haber nacido en un país que se negaba constantemente a proporcionar una educación mínima para sus ciudadanos, nunca dijo "no" a recibir una educación digna nada más llegar a palacio, motivada a querer ser una mejor persona.

— Claro que no lo eres, cariño. No eres nada inculta, eres la niña más inteligente que conozco. No es mejor persona la que nace en un país rico, viviendo con todas las comodidades garantizadas, que aquel que nace en un entorno pobre y quiere cambiar su vida a mejor. Hay personas que, a pesar de haber nacido en países ricos, no se esfuerzan en aprovechar este beneficio, y otras como tú que, al haber nacido en un país sin tener nada garantizado, luchaste por tus sueños. Desde que llegaste, no tenías nada garantizado, pero tu esfuerzo en querer aprender no ha sido para nada en vano. Te admiro muchísimo, por eso me gustas tanto.

Proyecto princesaWhere stories live. Discover now