Capítulo 12

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XII

Tras ver partir al pirata, se dejó derrumbar sobre su sillón tras el escritorio repleto de papeles a los que debía prestar atención si quería mantener sus finanzas y su fortuna sin perder un solo penique.

Durante horas se perdió entre inversiones, negocios, repasando los números de su inmensa fortuna hasta quedar satisfecha, cerrando los ojos y suspirando, escuchando el silencio de su enorme morada, silencio acentuado con la partida de Inés.

Pensar en su mujer la devolvió a la tierra durante unos instantes, la echaba de menos pues por primera vez desde que se habían unido en matrimonio, se habían separado y no se verían en al menos nueve meses en los que debía encontrar un bebé al que darle su nombre. Inés, su nombre no salía de su cabeza, sus enormes ojos almendra y su sonrisa... Vivían una historia de amor de ensueño y a la vez el peligro acechaba en cada esquina, un error, un tropiezo y todo desaparecería como el humo al viento, la decisión de casarse fue un impulso, un deseo de su amor incipiente mas fue una decisión que podía llevarla a la ruina, se enfrentaban a la pena de muerte y no podía dar un solo paso en falso. Añadir un bebé a esa farsa era la única manera que se le ocurría para mantenerla pero también implicaba que una criatura inocente formase parte de una trama cada vez más enrevesada.

Perdida en sus ensoñaciones, se sobresaltó al escuchar los golpes suaves en su puerta, golpes que indicaban que su mayordomo la reclamaba. Rápidamente se enderezó en su asiento, arreglando por inercia sus ropajes y solemnemente cedió el pasó, esperando que se presentase ante ella su mayordomo con las noticias que deseaba compartir.

-Mi señor, la Señora Darcy solicita veros.

-¿La marquesa? Está bien decidle que pase la recibiré de inmediato.

El mayordomo se marchó dejándola pensativa, imaginando qué podía querer la ostentosa señora Darcy de ella. No tuvo que esperar demasiado ya que a los pocos minutos la anciana marquesa se presentó ante ella. Al verla se levantó como dictaba el protocolo, saludándola y ofreciéndole asiento y una taza de té que su mayordomo dejó sobre la mesita diligentemente antes de desaparecer y dejarles intimidad.

Durante unos instantes se entretuvo observando a esa noble mujer entrada en años, de cabellos plateados y tez arrugada y taciturna. La señora Darcy la miró unos instantes antes de sorber un poco de su té y romper el silencio que se había instaurado en la habitación.

-Debo daros la enhorabuena conde, a mis oídos llegó que vuestra joven esposa está en cinta y espera un heredero para en condado Montero.

-Efectivamente mi señora, ahora mismo mi esposa se encuentra en mis posesiones campestres puesto que el aire de la ciudad es nocivo para su salud y la de nuestro pequeño que crece en su vientre.

-Bien, en realidad mi visita solo tiene un propósito, a mis oídos llegó la noticia y en seguida me dije a mi misma, el conde necesita un ama de cría, una mujer en cinta que alumbre a su hijo en las misma fechas que su esposa y pueda amamantar al futuro conde.

-Tenéis razón mi señora, mas la noticia es reciente, aun no pude buscar a una ama de cría adecuada.

-Por eso mismo estoy aquí conde, una de mis doncellas ha quedado en cinta fuera del matrimonio, como comprenderéis no puedo mantenerla en el servicio, eso solo traería habladurías a mi casa, mas es una buena muchacha y no quisiera dejarla desamparada por lo que pensé que podíais haceros cargo vos de ella y ella sería la mujer que amamante al joven heredero cuando este venga al mundo.

El rostro de Irene no mostró semblante alguno, conocía demasiado a la nobleza inglesa, sabía perfectamente que había detalles ocultos en esa oferta. No se trataba solamente de que la marquesa tuviese en estima a la muchacha, seguramente el vástago que llevaba en sus entrañas llevase la sangre de los Darcy y por ese motivo la marquesa no se atrevía a dejarlos desamparados aunque prefería tenerlos lejos de su casa y las habladurías.

RevengeWhere stories live. Discover now