Capítulo 15

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XV

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Inés besaba sus labios que sintió como el suelo desaparecía bajo sus pies, se sintió ligera, capaz de volar sin alas. Una sonrisa en medio de sus besos, sus manos aferradas a la cintura de su esposa mientras esta se perdía en el millar de emociones que albergaba su pecho, desde la decepción más absoluta al descubrir las oscuras intenciones de su padre y lo negro que tenía el corazón, un asesino con las manos manchadas de sangre inocente... hasta el amor más puro y sincero por Irene, la mujer que lo había dado todo por ella, capaz de dejar de lado el odio y el rencor solo por hacerla feliz. Se sentía bien en sus brazos, no quería abandonarlos, no quería volver a pelear con ella, sentirla tan lejos como esos últimos meses.

En silencio, entre abrazos tiernos y desesperados de dos amantes que han estado lejos demasiado tiempo, entre besos dulces y apasionados recuperaron la confianza, sus cimientos, recuperaron ese amor quebrado por una mentira, volvieron a ser ellas, esposas en la sombra, al filo del abismo, escondidas tras la máscara que Irene debía portar.

Sus ojos, mirándose con infinita adoración, la suave risa que nacía en sus almas y se tornó carcajada plena, cargada de felicidad, liberándose de toda tensión que podían arrastrar, se miraban profesándose un amor más profundo que el mismo tiempo, capaz de superar el más duro de los obstáculos. Eran felices ¿Cómo no serlo? Siempre se tendrían la una a la otra y el amor que sentían, puro y noble, forjado con los años y la convivencia, con miedos expresados en voz alta, con confianza y paciencia. Se amaban y en ese momento, nada más en el mundo importaba.

El cambio en sus miradas, en su forma de comportarse, fue captado de inmediato por los habitantes del caserío, suspirando aliviados ya que respirar la tensión que antes había entre ellas se hacía pesado, mas no ese día, no cuando por fin volvían a ser ellas mismas y sus sonrisas cómplices no abandonaban sus rostros.

Estaban cansadas, el viaje había sido agotador, al igual que mantenerse alejadas había minado toda la energía que tenían, por lo que no demoraron mucho en tomar una cena ligera y retirarse a sus aposentos a descansar, en ese lecho que las había acogido en su noche de bodas, entre las sábanas dos amantes largo tiempo enfrentadas volvían a reunirse, regalándose un juego de caricias, besos, suspiros y sueños... Esa noche, a pesar del cansancio, hicieron el amor durante horas redescubriéndose, buscándose insaciables, uniéndose una vez más, encajando a la perfección, sincronizando sus movimientos, sus pequeños gemidos, mordiscos y gritos, esa noche se miraron a los ojos pudiendo leer en ellos su alma una vez más, cayendo rendidas y enredadas, abrazadas entre las sábanas con el unísono latido de sus corazones, acelerados así como su agitada respiración... Esa noche recuperaron mucho más que la confianza, esa noche recuperaron un amor que se había tambaleado con fuerza y ahora nacía en sus pechos con más fuerza que nunca. Con una hermosa sonrisa en el rostro, ambas acabaron profundamente dormidas, juntas, con sus manos enredadas y felices, completamente seguras de que nada conseguiría separarlas.

Con el sol entrando a través de una pequeña rendija en las cortinas, Inés, a duras penas, comenzó a despertar al notar como Irene salía del lecho con cuidado, atrapándola aun adormilada para que se quedara un poco más a su lado.

-¿Dónde vas? Es temprano.

-Lo sé, desde que llegamos deseo ir a nadar al río, prefiero ir ahora que es temprano y así evito miradas indiscretas mi amor.

-No deberías ir por ahí tú sola, mi padre te quiere muerta.

-No te preocupes por mí, él no me va a tocar, no tiene agallas para hacerlo mi amor, soy más poderosa que él.

-No lo sé, no quiero que te pase nada ¿Irás con cuidado?

-Por supuesto, voy con cuidado, soy consciente de lo que me juego.

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