Un pacto

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El día se había desvanecido más temprano de lo habitual, las noches de verano habían quedado atrás y aquello se notaba, dejando paso a la oscuridad cada vez más pronto.

Luego de la larga tarde compartida en el parque el rubio se encontraba en la cocina terminando de preparar la cena cuando el timbre de la casa sonó. Habían invitado a su amigo Ricky a cenar con ellos a pesar de ser mitad de semana, había llegado el día anterior de visitar a su familia en Mallorca y Raoul lo había echado mucho de menos como para dejar pasar más tiempo hasta volver a verlo.

— Hola enano — lo saludó en cuanto abrió la puerta.

— Tus muertos Ricky, que ya estamos grandes — se quejó el menor.

— Me seguiré metiendo con tu altura toda la vida, lo siento — rió antes de abrazarlo. Era como su hermano pequeño.

El televisor, a todo volumen en la sala a pesar de que la niña entre dormida en el sofá apenas lo estuviera mirando, estaba tan fuerte que era posible oírlo desde la entrada. Ambos pensaron que con tanto ruido la niña no oiría que había llegado, pero como siempre que había visitas (de las que eran bien recibidas) en cuanto la puerta se cerró detrás de ellos se oyeron unos pequeños pasos que se acercaban a toda velocidad.

— Tito Ricky — exclamó la niña por todo lo alto.

— Hola preciosa — dijo dejándole un beso sobre el cabello luego de alzarla — ¿Cómo ha estado la niña más hermosa de todas?

Los genes Vázquez, aunque no los tuviera realmente, eran poderosos. Sólo esa pregunta fue suficiente para que la pequeña empiece a hablar y casi no se detuviera durante media hora, contándole a Ricky con lujo de detalles todas las increíbles cosas que hizo desde el comienzo de clases.

Mientras continuaba con su discurso se dirigieron los tres juntos a la cocina para hacer compañía a Raoul mientras seguía con la preparación de la comida. Si había algo que sabían era que, cuando venía Ricky, no tenía paz hasta que Luna se dormía puesto que lo seguía a todas partes, a menos que lograran distraerla con algo. No fue ese el caso pero al menos, aunque no se levantara del regazo del invitado, estaba distraída dibujando dejándoles conversar tranquilamente a pesar de sus pequeños comentarios de tanto en tanto.

Cuando la cena estaba casi lista el sonido de la puerta resonó, interrumpiendo la charla.

— Hola amor — saludó el moreno a Raoul en cuanto ingresó a la cocina dejándole un suave beso en los labios — Hola mi vida — se dirigió ahora hacia la niña dejando un sonoro beso sobre su cabeza.

— ¿Qué tal amigo? — preguntó irónicamente Ricky ya que no lo había saludado aún.

— No te pongas celoso Ricardo — lo saludó, dándole un abrazo en cuanto el mallorquín se puso de pie luego de dejar a la pequeña sobre la silla.

— Rodri — le llamó Raoul — Pon la mesa por fa, que esto ya está.

— Claro amor. Déjame que voy a ponerme algo cómodo y enseguida bajo.

— Que servicial está — comentó Ricky en cuanto el moreno se alejó de la cocina — ¿Qué ha hecho?

— Ricky... — se quejó el rubio — No seas así, siempre me ha ayudado.

— Bueno lo que se dice siempre...

— Viene cansado del trabajo y yo me ofrezco aunque él insista y lo sabes ¿qué te pasa con él hoy?

— Ay chica si lo sé pero que era broma, no te enfades — se defendió el mayor.

— Pues no estoy muy de humor para bromas hoy.

Petricor | RagoneyWhere stories live. Discover now