Bajo la lluvia vibra un corazón

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Febrero terminó, y junto con él, el invierno. Finalmente el frío se había ido, dándole la bienvenida a marzo con sus días de primavera y árboles florecientes.

Comenzaba otro mes más en el que Dani y Luna no se despegaban, y por consiguiente, sus padres tampoco lo hacían demasiado. Siempre en el parque o en la casa de uno u otro para que los pequeños pudieran pasar tiempo juntos después de clases.

— ¿Sabes qué me dijo Dani el otro día? — le preguntó el moreno — Que Luna era su novia — completó entre risas antes de que el catalán pudiera responderle.

— ¿Cómo? — rió el rubio también, las ocurrencias de sus hijos siempre les sacaban carcajadas.

— Sí — continuó riendo el canario — Dice que es su novia porque es la única que no está detrás suyo. Que las otras niñas son todas unas pesadas.

— Y Luna que no me dijo nada — negó con una sonrisa el rubio.

— Tal vez ni lo sabe — rió nuevamente, esta vez más suave, intentando calmarse del ataque de risa que le había dado — Capaz es Dani de que sea sólo una cosa suya y la pobre ni se haya enterado.

— Pobre mía — miró con ternura hacia su hija que jugaba con Dani en el salón mientras ellos tomaban un café sobre la mesa que se encontraba en la cocina que daba directo allí — ¿Eres mi consuegro ahora entonces? — se rió de su propia broma volviendo su mirada hacia el mayor.

— Al parecer sí — sonrió el tinerfeño, dejando a la vista sus hermosas paletas separadas. Y Raoul no pudo evitar devolverle la sonrisa.

Siempre le había gustado ese huequito justo allí, entremedio de ambos dientes y, cuando eran adolescentes, rara vez lo mostraba. Desde que se habían vuelto a encontrar, estaba seguro que lo había visto más que en todos aquellos años. Por eso sonreír se le había hecho tan inevitable a su lado.

— Y... — se decidió por fin a preguntar luego de que el silencio los envolviera. Hacía rato que la intriga le bailaba por todo el cuerpo, siempre llegando a la punta de la lengua pero nunca alcanzando a salir — ¿Qué tal todo con Iván? — carraspeó.

Luego de aquel día en el que había visto los chupetones decorando la piel morena no se había animado a preguntarle nada más sobre el asunto. Con Iván no había vuelto a verse en ese casi mes que había pasado y cada vez que la intriga le rogaba que le preguntase de una vez al canario, la vergüenza lo invadía y se mantenía en silencio.

— Pues no hemos vuelto a quedar.

— ¿Ah no? — parecía entre sorprendido y entusiasmado.

— No... — respondió con el ceño fruncido — ¿Eso te alegra? — cuestionó extrañado por la actitud que percibía del contrario.

— ¿Qué? No — se alarmó — No, por supuesto que no. Sólo me ha sorprendido.

— ¿Por qué te sorprende tanto? No hemos hablado mucho de ello.

— Yo que sé — se puso un poco a la defensiva — Creí que se lo habían pasado bien, que volverían a quedar.

— Y lo hicimos. Mucho — agregó, haciendo que el rubio se incomodase un poco inevitablemente al saber a lo que se refería — Pero follamos y ya, no estoy yo para algo serio, ya te lo dije.

Raoul abrió los ojos desmesuradamente. No es que le espantara hablar de esos temas, no tenía problema en hacerlo con ninguno de sus amigos, pero con Ago le resultaba tan raro. No por nada en especial, pero en su adolescencia el chico había sido tan reservado y tan reticente a hablar de eso que no se imaginaba que lo diría tan libremente. El tiempo había pasado, y al parecer habían cambiado más de lo que creían.

Petricor | RagoneyWhere stories live. Discover now