V e i n t i s e i s .

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Somos todo y nada,
Al igual que nuestros besos
Son efímeros y eternos.

3 de noviembre de 2018

Recogí mi pelo en una cola alta, metí todo lo necesario en mi bolso y anduve de un lado a otro, tanto inquieta como feliz.

Un día entero con Ethan en Cantille. Eso me esperaba ese día.

Aún quedaban dos horas para que mamá me llevase a la estación, pero yo ya estaba lista para salir de casa. Ella se había ofrecido a llevarme para que no tuviese que ir andando, en compensación de lo del fin de semana pasado.

Me había levantado demasiado pronto debido a la emoción y me había pasado gran parte de la mañana escribiendo. Había conseguido terminar dos poemas y el estribillo de una nueva canción. Me sentía más inspirada que nunca.

Releí los poemas que había escrito en mi libreta. Por primera vez, no trataban sobre un amor imposible ni una frustración romántica, sino al contrario. Hablaban de cómo era sentirse correspondido, irradiaban felicidad. Los leía y sentía ese alivio en mi pecho, era como flotar sobre las nubes.

Cogí mi móvil y me metí en Instagram. Añadí una nueva publicación, con el primer poema que había escrito ese día en el pie de foto.

Después lo guardé de nuevo en mi bolso y me dirigí a la cocina. Mi padre se había despertado una media hora atrás, y ahora se encontraba desayunando. Fui hacia la nevera y saqué una manzana.

—¿No deberías lavarla antes? —dijo mi padre cuando me disponía a salir de la cocina y volver a mi habitación.

—No es para ahora. Me la voy a llevar a Cantille por si me entra hambre durante el trayecto.

—¿Vas a cargar con una manzana habiendo allí veinte mil tiendas? —Alzó una ceja. Yo me encogí de hombros.

—Es que no sé qué más llevarme. Siento que me falta algo.

—Simplemente estás inquieta. No necesitas llevarte tanto —aseguró—. De todas formas, solo vas a pasar el día con Ethan. ¿Por qué estás tan nerviosa?

Por eso mismo, porque voy a pasar el día con Ethan, pensé.

—No estoy nerviosa, simplemente hace tiempo que no voy a Cantille y tengo ganas de ir.

—Bueno, pero deja la manzana, no vayas cargada. Si tienes hambre siempre puedes parar en un supermercado y comprarte algo —dijo—. ¿Te ha dicho mamá lo de Nueva York?

Negué con la cabeza. Por su voz y su expresión, no parecían malas noticias, por lo que no me preocupé.

—Hemos encontrado una buena oferta en febrero, del ocho al quince —comentó—. Justo en la semana de vacaciones.

—Vaya, eso es genial —admití sorprendida.

—Sí. Los hemos reservado ya —dio un sorbo al café en su taza—. Como vamos en febrero, podrás celebrar tu cumpleaños sin problemas aquí. Ve pensando qué quieres hacer.

Asentí con la cabeza y salí de la cocina después de volver a dejar la manzana en la nevera. Miré al reloj impaciente, aún quedaba mucho para la hora a la que había quedado con Ethan en la estación.

Antes de bajar del coche, cogí mi mochila y le di un sonoro beso en la mejilla a mi madre.

—Pásatelo bien. —Sonrió—. Y mándame un mensaje cuando llegues, pasaré a recogerte.

—No hace falta. Recógeme mañana en casa de Zoe, me quedaré a dormir con ella.

Kate & Ethan ✔️ | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora