capítulo 40

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Narra amaia
Creo que me había dado cuenta de lo que realmente le pasaba a Alfred así que le puse un mensaje por whatssap y a ver si me lo respondía. Aitana estaba a mi lado, pero creo que esta vez no era una simple curiosidad si no que se preocupaba realmente por mí y por todo lo que está pasando. Nunca antes me había sentido tan preocupada por algo que no estaba relacionado ni con Aitana ni conmigo.
Amaia: Alfred ¿podemos quedar para hablar?
Alfred no se había conectado así que me puse a tocar el piano y sin poder evitarlo me salió una canción que la llamé miedo. Esa canción describía en esos momentos cómo me sentía y me sirvió para desfogarme. La música tiene ese efecto sanador que logra que pueda sanarme hasta en estos momentos tan malos.
Acto seguido miré el móvil y Alfred me había contestado diciendo
Alfred: vale, pero que no sea en la calle
Amaia: vale vente a mi casa después de comer, sobre las 3 si te viene bien
Alfred: ok
Notaba que Alfred estaba muy seco conmigo y con eso me sentía con una gran impotencia. Sin poder evitarlo unas lágrimas empezaron a salir por mis ojos y empecé a llorar en silencio. Al rato noté que venía Aitana y me dio un gran abrazo mientras decía.
Aitana: amaia ten paciencia, verás como si le dices la verdad a Alfred todo se arregla
Amaia: Aitana no es cuestión de verdad, es que a lo mejor la verdad no es buena…
Aitana: entonces él sabrá perdonarte
Amaia: Aitana hay cosas que no se pueden perdonar. Bueno voy a hacer algo de comer que luego Alfred vendrá a casa a hablar
Aitana: yo ya he hecho la comida, venga vámonos a comer que después he quedado con unas amigas así que estaré fuera de casa
Amaia: puedes quedarte en casa en
Aitana: no, venga vamos a comer rápido y ahora te pongo guapa para hablar con Alfred
Comimos los macarrones que había hecho Aitana y la verdad es que estaban muy buenos, pero no podía dejar de pensar en lo sucedido entre Alfred y yo y en cómo iba a explicarle todo sin hacerle daño, aunque el daño realmente estaba hecho.
Aitana me ayudó a elegir ropa porque no tenía ni idea de lo que ponerme en esta situación ya que no la había vivido nunca antes y el hecho de  comerme la cabeza tampoco era algo que solía hacer por nada o al menos esa era antes la antigua amaia. La nueva había cambiado mucho y todo esto por él. En general las cosas no me importaban tanto. Obviamente las cosas que no estaban relacionadas con mi hermana, ya que ella siempre era y será mi prioridad y por la que me preocupo todos los días.
Cuando se fue Aitana me puse todavía más nerviosa, pero tardó poco tiempo en llegar. Alfred tan puntual como siempre, me alegra que llegara pronto, pero por otro lado esto hacía que mis miedos se multiplicaran por mil ya que tendría que enfrentarme a la situación.
Abrí la puerta y lo vi allí con su camiseta blanca levis y sus pantalones vaqueros, pero había algo que le faltaba. Esa sonrisa tan habitual en él y que tanto me había acabado gustando. Sí, he dicho gustando y es que de hecho aunque hubiera tardado bastante en darme cuenta de eso hoy puedo estar seguro de que de verdad siento cosas muy fuertes por él. Que caprichoso es el destino que cuando sientes que pierdes algo es cuando realmente te das cuenta de que lo necesitabas. Este estaba siendo mi caso, me había dado cuenta que de verdad sentía cosas por él y ahora estaba a punto de perderlo por el puñetero orgullo.
Dejé pasar a Alfred que aunque estaba mucho más seco que de costumbre estaba aquí que no era poco. Le invité a pasar al salón y notaba que aparte de seco estaba nervioso, aunque puedo asegurar que no estaba más nervioso que yo ahora en estos momentos.
Alfred: ¿ vas a hablar ya o me has hecho venir para nada?
Amaia: a ver Alfred yo quería hablar contigo de una cosa, pero no sé por dónde empezar
Alfred: ¿qué te parece si por el principio? Además te puede ahorrar tus excusas. Sé que te follaste al diego ese.
Amaia: déjame explicarte y para empezar no me lo follé
Alfred: amaia esos cuentos se lo dices a otro que no nací ayer
Amaia: es que las cosas no son como piensas. La verdad es que yo estaba bastante confudida por lo que pasó entre nosotros en esa habitación de hotel
Alfred: ah claro, entonces querías ver quien te lo hacía mejor para comparar muy bien
Amaia: ¿me vas a dejar explicarte de una puñetera vez?
En ese momento se formó un gran silencio. Es verdad que yo había dicho eso de un modo bastante alto y que puede que le hubiera molestado bastante a él, pero es que me daba coraje que pese a haber venido no me estuviera dejando hablar y explicarlo. Así que seguí hablando.
Amaia: Alfred estoy confundida no sé qué se supone que es lo que tenemos… y después de lo que pasó por la noche no podía parar de pensar en lo ocurrido así que aproveché la fiesta de Rosalía para airearme las ideas. Es verdad que estuve bailando con un chaval que se llamaba Diego e incluso nos besamos
Alfred: lo siento amaia no quiero seguir escuchando de con quién te lias o te dejas de liar
Amaia: déjame seguir que esta parte me cuesta más decirlo
Alfred:¿te cuesta decir que te lo follaste no? Venga dilo, ni que no estuvieras acostumbrado a eso. Lo hiciste con mi hermano, conmigo y a saber con quién más.
No podía creer las palabras que acababa de soltar por su boca en ese momento. Me sentía demasiado dolida de que él pensara eso de mí. Él, que parecía conocerme o eso creía yo. Él, que no me juzgaba o eso creía ya que ahora mismo me acababa de llamar puta en mi propia casa.
Alfred en ese momento intentó hablar, pero yo le paré para decirle
Amaia: mira no sé de qué vas llamándome puta. Lo que soy es tonta creyendo que tú serías diferente al resto de personas y yo creyendo que no me juzgarías. Para tu información señorito lo sé todo si que pensé en acostarme con él, pero cuando estaba con él no podía evitar acordarte de ti. Tanto que incluso pronuncié tu nombre cuando nos besábamos ¿contento? No quiero saber nada de ti fuera de mi  casa
Alfred: amaia, yo lo siento
Amaia: ahora soy yo la que no quiero escuchar excusas. He confiado en ti más que en nadie en toda mi vida y me lo demuestras así gracias por hacerme ver tu verdadera cara adiós.

Alfred seguía intentando explicarse, pero no existía explicación alguna para lo sucedido. Me había dolido más de lo que soy capaz de admitir, ya que antes cada uno de los comentarios que decía alguien me daban bastante igual, pero él me había cambiado, mucho y casi no podía creer cuánto. Me había cambiado hasta tal punto que a veces no me reconocía. Antes creía que era un cambio a mejor, pero ahora mismo no creo que fuera así.
Tal vez la primera impresión que tenía sobre él no fuese tan disparatada y realmente él era una mala persona. A pesar de pensar esto no podía sentir un gran vacío en mi pecho. No podía evitar que me importara su opinión sobre mí. Yo creía que en este tiempo me conocía más que eso y más después de haberle contado todo lo relacionado con mi padre y con todo el maltrato que sufrí de pequeña.
Cerré la puerta y sin poder evitarlo caí rendida en lágrimas dejando a Alfred con las palabras en la boca, pero sobre todo tenía el corazón roto.
Hacía tiempo que no me sentía así. De hecho solo me había sentido así una vez y me pasó con mi primer novio, pero apenas era una adolescente y poco entendía del amor. Ahora era como si esas sensaciones se hubieran multiplicado sin parar y sin poder evitarlo.
La verdad es que me daba mucho coraje ya que me había prometido una y otra vez no volver a hacerlo, pero había vuelto a caer como una ilusa y como si fuera otra vez esa adolescente pequeña e insegura en vez de la mujer era o que quería que todos creyeran que fuera…













Amor pactado (Terminada Y Editando )Where stories live. Discover now