Planes improvisados

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Desde Barcelona, tras una despedida más bien corta para su gusto, ambas había vuelto a poner rumbo hasta sus respectivas ciudades. Ambas lo hacían con una sensación agridulce por no haber podido disfrutar de todo el tiempo a solas que hubiesen deseado y, sobre todo, porque desde que habían salido de la academia no habían sido capaces de tener una conversación en condiciones para aclarar en qué punto estaba su relación o cómo iban a afrontar las cosas. Aquello, aunque tratasen de evitarlo, las tenía a ambas algo inquietas, haciendo que las dudas sobrevolaran inevitablemente por sus mentes cada vez que se encontraban a kilómetros de distancia. Por mucho que estuvieran disfrutando de sus familias y amigos, se morían de ganas por encontrarse a solas, alejadas por fin de las malditas cámaras que tanto habían llegado a odiar, y poder hablar tranquilamente de todo lo que sentían y lo que esperaban de la otra a partir de ahora. Ya no había una compostura que mantener, ya no tenían la necesidad de contener sus impulsos, ya no había terceras personas, ahora solo necesitaban tener el tiempo suficiente para poder encontrarse y hablar tranquilamente. 

Fue aquella necesidad de verse la que llevó a Natalia a improvisar una escapada a Madrid para poder tomarse las uvas junto a Alba. En una de sus muchas charlas telefónicas la ilicitana le había contado que Marina y ella habían oganizado un viaje a Madrid junto a algunos amigos para disfrutar de la Nochevieja en la capital, y desde aquel momento la tentación de propiciar un encuentro le había parecido demasiado fuerte como para dejarla pasar. Así que allí estaba, ella, que acaba de salir de un concurso de televisión que había seguido muchísima gente y que la había convertido en cierta forma en una cara conocida para el público, abriéndose paso entre las miles de personas que abarrotaban la Puerta del Sol para intentar encontrarse con Alba. Un rato antes la rubia le había mandado pr Whatsapp una fotografía de sus amigos, su hermana y ella equipados con pelucas de colorines y con gafas de lo más horteras por el centro de Madrid, siendo aquella vestimenta el plan que había encontrado su hermana Marina para que pasara desapercibida entre la gente y pudiese disfrutar tranquilamente de la noche. A ella no se le había ocurrido aquel plan de camuflaje, por lo que había tenido que atender a algunos jóvenes que se habían acercado a ella tras reconocerla, pero por suerte aquel día parecía que la gente estaba mucho más interesada en disfrutar de la fiesta que en intentar reconocer a quienes se cruzaban en su camino.

Conversación de Whatsapp:

N: ¡Sorpresa! -Escribió, adjuntando un selfie frente a un punto bastante reconocible, como era el árbol que había montado en el centro de la plaza-.

A: ¿ESTÁS EN MADRID?

N: En plena Puerta del Sol para ser más exactos, rubia.

La ilicitana no tardó ni dos segundos en llamarla por teléfono, aun sin dar crédito a aquella sorpresa. ¿En qué momento había decidido pasar la Nochevieja en Madrid y por qué no le había dicho nada antes? Aunque con ciertas dificultades por la mala cobertura y el ruido que invadía la plaza en aquellos momentos, finalmente pudieron fijar un lugar en el que encontrarse. Nada más tenerse delante no pudieron evitar fundirse en un gran abrazo que evidenciaba lo mucho que se habían echado de menos a pesar de haberse visto hacía tan solo unos pocos días.

A: Nat, ¿pero por qué no me has avisado antes? -Decía dejando miles de besos en su mejilla-.

N: Pues porque si te lo digo no es sorpresa, Albi. -Contestó de forma divertida, antes de apretar a la rubia en un fuerte abrazo y levantarla del suelo-.  No sabes cuánto te he echado de menos, tía.

A: Jo Nat, y yo a ti -Dijo con voz infantil, escondiéndose en su cuello-. No me creo que estés aquí.

Cuando por fin consiguieron despegarse de los brazos de la otra tras unos minutos, Alba la guio hacia donde las estaban esperando Marina y sus amigos, quienes se sorprendieron de ver allí a la morena. Tras la presentaciones y los saludos oportunos, especialmente cariñoso cuando llegó el turno de saludar a Marina, Natalia se acabó uniendo a ellos como una más, aunque ninguna de las dos pudo, ni quiso, evitar que su atención se centrara en la otra, disfrutando al máximo de poder vivir juntas aquella Nochevieja. En el momento de las uvas, mientras más de uno hacía el tonto y otros tantos luchaban por no atragantarse, Alba y Natalia no pudieron evitarse mirarse con un brillo especial en los ojos. Un brillo en el que podía leerse la ilusión por despedir juntas aquel año tan increíble que habían vivido y que, sin duda, marcaría un antes y un después en sus vidas, y las ganas de que aquella Nochevieja fuese la primera de muchas.


**Quería pedir perdón por el tiempo que me estoy tomando para actualizar, pero estoy de vacaciones y no tengo demasiado tiempo para escribir y publicar. Por eso además este trozo es bastante cortito y un poco de "transición", pero intentaré compensarlo mañana con otro trocito un poco más largo. Gracias a quien esté ahí leyendo y de nuevo, disculpad la tardanza.



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