Capítulo 1: Drogas e irresponsabilidad.

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Owen.

—Ah... Ah...

El aire iba y venía, al igual que el dolor en el diafragma. Un globo creciendo y creciendo, pero al llegar a su límite volvía a vaciarse. Alguien lo respiraba a toda prisa, así vivía mis días antes de conocerlo. El mismo globo de siempre, el mismo aire, la misma rutina, la misma precisión y la misma rapidez.

Antes de conocerlo...

Mi cabello despeinado buscaba una forma de no ser remolino mientras corría a toda prisa por las instalaciones. Hacía unos días realicé un diseño de infografía sobre maca para la madre de un estudiante que buscaba a alguien que trabajara rápido; ofreció paga y yo de inmediato me hice presente.

—Un momento... ¿Volviste a caminar con un letrero de "Me prostituyo por dinero"? —Interrumpió el resumen de mi semana, masticando el chicle rosa mientras hacía más pequeños sus ojos. Tain era asiática—. Eso no está bien, amigo. No hay que venderse de esa forma.

—Mis desiciones te importan una mierda. ¿Me dejas continuar? —La señalé con molestia, harto de ser interrumpido cuando ella me había preguntado qué sucedía en primer lugar.

—Ya, no ladres. Sé que no te importa mi opinión, pero no tienes que gritarlo a los cuatro vientos. —Volteó los ojos, tomando de la bolsa de gomitas una verde: Yo odiaba el color verde.

Continué hablando de mi día, intentando no perder la cabeza en el gran recuento.

Ingresé al departamento de psicología, buscando al chico que me había citado por la mañana en un café y nunca llegó. Envió un mensaje, diciendo que estaba ocupado en clases y que él se pondría en contacto. Por supuesto, no le creí, porque eso hacen siempre. "No tengo dinero", "Ay, por Dios, Owen. Solo son dibujitos y letras, cualquiera puede hacerlo", no, ellos lo piden y yo trabajo. Nadie tiene razón para hacer menos lo que me apasiona.

Lo rastreé, lo conocí a fondo en media hora debido a sus redes y después de obtener su horario, me encaminé a la clase que estaba por iniciar, enviándole un mensaje de la reunión que debíamos tener en ese momento.

Di grandes zancadas por el pasillo del cuarto piso, rebuscando en las ventanas y los números en la zona. Llevaba mi jugo de naranja orgánico con hielo y azúcar mascabado en una mano, en la otra una libreta tachando su nombre y escribiendo la cantidad que debía pagarme. Debí haberle pedido una firma también, me dije a mí mismo mientras mordía el extremo del lapicero.

Al encontrar el número de su salón, traté de colarme entre los que ingresaban, hasta que las grandes manos de un profesor me detuvieron a mí y la enorme sonrisa que tenía en el rostro cuando iba a chingar a su madre el idiota que no me pagó.

—Joven, no lo he visto en mi clase ninguna vez. ¿Cuál es su nombre? —Cuestionó, sosteniéndome con cuidado de la camiseta de cuadros.

Enserié mi rostro, brindándole una mirada incrédula—. Soy James, profe. Me hice una reconstrucción facial el trimestre pasado a causa de un cohete ilegal. Pero usted me conoce muy bien, siempre entrego los repor...

Usar el nombre de quien me debía no fue buena idea. Bueno, tampoco decir lo de la reconstrucción facial.

—¿Y lo dices ahora? ¿Qué demonios con tu manera escalofriante de tratar con la gente? Me da miedo tu pendejez. —Volvió a meter otra gomita verde apartada del resto, mirándome con hastío.

—Mi pendejez también es mi problema, así que déjame continuar. —Aclaré mi garganta.

Retrocedí cuando lo vi reír, señalando justamente a James cara de pito revolcado señalándome de igual manera con asombro, acto seguido se ocultó debajo de su sitio.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora