Capítulo 17: Un burro, una rana y el hámster ansiedad.

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Owen.

Por supuesto que era una locura y nunca diría que sí.

—Sí...

Si Kurt no me gustara no le diría que sí. Pero ese no era el caso. Era un universitario con problemas de ansiedad y TOC con las hormonas arriba y el cerebro por los suelos. Y mis problemas ya me tenían lo suficientemente loco como para negarme a una oportunidad de estar más cerca de él.

Owen, deberías alejarte para no arruinarlo.

En muchos sitios se romantizaba la ansiedad, y aunque yo fuera una persona que hablaba con honestidad prefería no tocar mucho el tema de mis terapias. Si me preguntaban lo admitía pero prefería resguardarlo por la vergüenza. La sensación de sentirte pequeño, que todo el mundo sepa el miedo que tienes a realizar algo y al mismo tiempo observar tantos futuros que pueden hacerte sudar y sentir que vas a desmayarte; la ansiedad era eso casi todos los días.

Y me daba miedo volver a equivocarme, resultar herido o herir a alguien más por solo compartir mis problemas. Cada quien debía responsabilizarse de lo que sentía, aunque eso fuera pesado, quería pensar eso.

Le dije sí a todo pero esa noche mis ojos no cerraron ante el temor de lo que acababa de hacer. Tenía tareas, debía dormir mis horas, tenía trabajo con Sanft y otras cosillas que hacer, pero ahora en mi cronograma ajustaría los planes para ingresar al circo y no ser arrestado en el intento.

Debía consultar a algún experto pero dudaba que alguien fuera experto en eso, es difícil salir de prisión.

—No, no... —Tapé mi boca al ver mis inminentes ganas de morder mis uñas.

Las uñas danzaban por mi lengua, brincándome asco y el doble de ansiedad que ya tenía. Mis dientes no se hubieran detenido de no ser por el estruendo de la puerta principal.

Solo puede ser una persona a esta hora...

—¡Quiero dormir! —Exclamé, haciendo que pararan los sonidos.

Escuché a los grillos sonando afuera de mi ventana. La luz amarilla de la calle iluminaba mis ojos así que le di la espalda, reparando la vista en la pared azul con pegatinas de Frozen. El cuarto donde dormía era mi santuario para relajarme y disfrutar así que no me avergonzaba mostrar mis gustos de forma descarada.

—Pero ese póster es demasiado... —Murmuré, elevando la vista al techo que tenía pegado una comisión de Aladdin semidesnudo.

Me sorprende que Kurt nunca lo mencionara a pesar de haber entrado incontables veces por su gata.

Suspiré, levantándome de la cama. Ya había esperado lo suficiente.
Metí los pies dentro de mis pantuflas y salí de mi habitación, recorriendo el pasillo hasta llegar a la entrada y abrirle la puerta al saco de papas.

Kurt elevó la vista, sonriente. Estaba tumbado en el suelo con el cabello verde hecho un desastre, esperando a que le abriera, pues él solo tenía la necesidad de tocar una vez para mover mis sentimientos y abrirle a la hora que fuera. Él solo pensaba que "era algo de mi personalidad" cuando en realidad era el gusto que le tenía.

Debo reconsiderar que es un raro.

—Sé que v-vas a estar ocupado los siguientes días a-así que vine a mostrarte mi plan pa-para ayudar a Pablito. —Musitó, cubriendo su rostro al ver que yo elevaba mi pierna para pisarlo.

Detuve mi pie antes de llegar a su cabello. Elevé la vista hacia la calle y resentí el frío que hacía y el hecho de que Kurt estuvo esperando allí para que le abriera. El tipo era un extremista como yo.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now