Capítulo 5: Repítele el nombre al burro.

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Owen.

Nunca imaginé que me arrepentiría de decir lo que pensaba.

La primavera siempre había sido mi estación favorita.

A las ocho de la noche el cielo tomaba un color azul claro, la luna era la primera en asomarse, una noche de primavera esplendorosa. Las luciérnagas rodeaban los árboles y el clima se mantenía regulado. Para mí era un tiempo bellísimo que nada podía arruinar.

Pero maté a un perro en primavera.

Tenía miedo y no podía salir del lugar. Estuve tirado en el suelo con mi uniforme sucio rogando porque la cadena no se rompiera, pidiendo ayuda a gritos. Era un pitbull violento sin una oreja y un par de cicatrices en el rostro. Sus ladridos comenzaron a aturdirme, me asustaba.

Me sentí patético. Quería ver a mi madre y que me repitiera: «Estarás bien. Es solo un animal indefenso». Pero el animal indefenso era yo.

Sonaba como maquinaria pesada. Recogí más mis piernas en el espacio pequeño, alejando mi tobillo de sus colmillos. Me miraba de forma subnormal lo que hizo que mis gritos subieran de tono. Mis lentes estaban aplastados detrás de él y mis latidos destrozados, en el sitio solo quedaban tubos de metal en el otro extremo.

La cadena no pudo mantener su cuello lejos y antes de llegar a mí lo noqueé con el fierro metálico que se encontraba en la cabaña.

Fue la última vez que soporté no hablar sobre una situación.

"Fue un accidente. No quería hacerlo".

—Tuve un lindo sueño en el que solucionaba el problema de mi vecino con la casera en una llamada —me dije a mí mismo antes de salir del apartamento—. Ojalá hubiese sido un sueño.

Conocía a la casera y sus gustos.

Cuando Tain habló con ella sobre Kurt parecía muy feliz, apuesto a que incluso le hizo un altar por su apariencia tan linda. Esa mujer era capaz de echar a los animales sin el consentimiento de alguien, pero nunca capaz de dejarlo sin un lugar.

—Que se vayan ambos al infierno...

Apreté los párpados y cerré la entrada, apretando más fuerte la mochila en mis hombros.

El cielo por la mañana parecía una acuarela. Las calles estaban en silencio como de costumbre, grises, pero había color en la parte baja del departamento pues él había llevado macetas de diferentes plantas que no conocía.

Mientras bajaba las escaleras no aparté la vista de la puerta de Kurt, intrigado por los perros de la otra noche. No sonaba a que estuvieran más ahí, o tal vez si lo estaban pero tenía alguna manera de silenciarlos. Eran pequeños, peludos, y me arrepiento de decir que tiernos.

Revisé el correo debajo de las escaleras antes de partir. Me sentí incómodo al ver que había pegado calcomanías de plantas en su buzón, pero continué con la mente fija en el mío.

Cartas de mi madre llena de fotografías con mi padre en un crucero, recibos, notificaciones del banco y un sobre verde. Por un momento quise dejarlo ahí.

Owen, no seas orgulloso y échale un ojo.

Supe que se trataba de él antes de abrirlo pero me sorprendió verlo lleno de unos cuantos billetes y una carta con letra temblorosa. "El agua y la electricidad".

—Pudiste dármelo en persona... —Murmuré con la muñeca en la frente.

Dios santo, ahora me sentía como un demonio. Pero las cosas empeoraron cuando leí la letra pequeña en la esquina de la gran hoja blanca: "Por lo de anoche... Creo que te odio".

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now