2. Destrozado

808 32 2
                                    

LUIS

Las ojeras me llegan hasta el suelo, mi barba está demasiado descuidada, mis ojos están inyectados en sangre y mi cuerpo ha perdido unos cuantos kilos, cualquier persona que me viera seguro que piensa que estoy enfermo y en cierta parte lo estoy.

Hoy el día amanecía triste, nublado, no acompañaba mucho a mi reincorporación en el trabajo después de estar unas semanas sin salir, a penas, de mi cama.

Miles de llamadas y mensajes de texto de mi madre y otras tantas de mis amigos sin contestar me esperan impacientes en el móvil a que de alguna señal de vida. De momento, me limito a contestar a mi madre con algún mensaje breve, no quiero que se preocupe por mí a estas alturas de la vida solo tiene que relajarse y disfrutar de la vida. Mis amigos pueden esperar unas horas más o días.

Corro por las calles de Madrid para llegar a tiempo a la oficina de la ONG en la que estoy trabajando. Mis compañeros de trabajo me miran preocupados cuando ven mi estado físico, seguramente se pensaban que estaba de vacaciones y/o descansando en Galicia con mi familia. La única que me sonríe intentado animarme es la directora de mi departamento, Claudia, siempre he tenido mucha confianza con ella y es a la única que le puse ayer un poco al corriente de mi estado tanto físico como psicológico. Me pone un poco al corriente de lo que han avanzado estás semanas y me da una carpeta con los proyectos nuevos para salir a la calle a captar voluntarios.

Durante mi jornada laboral puedo apreciar que la vida en Madrid no ha cambiado mucho: la gente sigue corriendo de un lado a otro para llegar a tiempo a todos los sitios, sigue habiendo personas disfrazadas de personajes animados, sigue habiendo personas comiéndose un bocadillo de calamares a las once de la mañana, otros optan por una napolitana y otros por una ración de bacalao acompañada de una caña.

Sin embargo, hay cosas que han cambiado, los sitios que antes tenían magia ya no la tienen, ya no tengo que ir haciendo fotos en cada esquina de la ciudad a nadie, ya nadie me visita mientras que estoy trabajando. Y es ahí cuando me doy cuenta de lo que no tengo, de lo que se ha ido, o de lo que he perdido yo porqué no he sabido cuidar, valorar y mimarlo lo suficiente, no volverá jamás.

La vibración de mi móvil en el bolsillo delantero de mi pantalón me saca de mis pensamientos, es Claudia, me ordena que vaya, está lloviendo demasiado. Aunque ni me había enterado.

- Solo he parado a dos personas y ambas se han negado al completo - informo a la directora. - No era un buen día, está nublado, hace más frío de lo normal y llueve - la explico arrascandome la nuca.

- Lo sé, era previsible, contábamos con ello, Luis - me tranquiliza. - Puedes irte a casa a descansar, te vendrá bien y, por favor, come algo, lo necesitas - me súplica agarrándome de la muñeca.

- Lo haré - asiento, - y gracias por la comprensión, Claudia - dudo si darla un abrazo o despedirme simplemente con un movimiento de mano. Pero es ella la que da el paso y me abraza. Me dejó mimar por unos minutos y dejó caer algunas lágrimas que posiblemente lleve reteniendo toda la mañana.

Decido coger el metro en Atocha, no me puedo permitir ponerme enfermo ahora que he vuelto al trabajo después de una larga depresión, que continúa.

Mi casa huele a gato encerrado, hace calor, demasiado diría yo, debería ventilarla si no quiero morir asfixiado. Hago caso a Claudia y me como una naranja, me sabe a gloria después de varias semanas sin comer a penas, mi cuerpo y mi estómago me lo agradecen muchísimo.

Salgo a la terraza a fumarme un cigarro, a que me dé el aire, estando levantado por mi pequeña casa me trae demasiados recuerdos, aunque la terraza no ayuda demasiado. Siempre, por las mañanas, me salía a fumar y la veía dormir plácidamente en mi casa. Dormía con la boca entreabierta, el ceño fruncido y el abrazo estirado de haber estado abrazada a mí toda la noche. Me encantaba ese momento del dia, verla tan tranquila y tan vulnerable, sin duda alguna, era la estampa más bonita que habia visto en la vida. A más de un pintor le hubiera gustado presenciar esa imagen y dibujarla sobre su lienzo.

Decido contestar a mis amigos, llevan mandándome mensajes todos los días y creo que al menos necesitan tener señales de vida.

- ¡Estás vivo! - Exclama sorprendido mi mejor amigo al otro lado de la línea. - ¿Estás bien? ¿Que te ha pasado? - Pregunta preocupado. No soy capaz de articular palabra, solo sollozo. Mi abuela siempre me decía que a veces no se necesitan palabras para entender algo. Y que razón tenía.

Mi vida había acabado hace tres semanas; mi mundo se había roto en mil pedazos.

---------------------------------------------------------

Ya está aquí el segundo capítulo dónde podéis ver la situación de Cepeda, que como veis es bastante mala.

Espero que os guste mucho el capítulo y que disfrutéis leyendo.

Muchas gracias a todos los que me leéis, en serio. Podéis seguirme en Twitter @adriiialvarezz y me podéis dar ideas para crear un hashtag de la novela porque no sé cuál poner.

Nos vemos el domingo que viene!!

Un besooo❤️

Posdata: Te Quiero Where stories live. Discover now