16. Palabras dolorosas

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AITANA

Tras pronunciar esas palabras se crea una atmósfera de silencio en la que aprovechamos para abrazarnos, con todas las cartas sobre la mesa, pero guardando un as bajo la manga.

Este abrazo significa más que cualquier otra cosa, volver a estar unidas, mi promesa de no volver a alejarme de ella ni a descuidar a los míos porque eso no estaba escrito en mis principios, en este abrazo también la prometía, y me prometía a mí misma, que iríamos a Madrid, ella para conocer la ciudad y yo para  reencontrarme con los que se habían convertido en mi segunda familia.

Este abrazo no sólo era de acercamiento y promesas que algún cumpliríamos, también era de apoyo, porque siempre habíamos el apoyo la una de la otra, y por mi culpa había descuidado a una de las personas más importantes de mi vida y no me podía permitir perderla a ella también por ser una cabezota.

En este acercamiento intento darla todo mi apoyo por lo que está por venir, porque fuera cual fuera el resultado estaría ahí para apoyarla, y si lo necesita tener mi hombro para poder llorar, desahogarse o huir del mundo si era necesario.

Con su abrazo siento que siempre la voy a poder tener aquí para mi, a pesar de todas mis mierdas y cagadas. Porque si de algo Segura en esta vida era de su fidelidad.

Marta era esa típica persona la cual lo que promete lo cumple y no es capaz de fallar ni de alejarse de nadie, a no ser que las circunstancias sean lo demasiado extremas cómo hacerlo. Pero si nadie la daba motivos como para alejarse ella se mantendría firme, luchando por lo que quiere, viniese lo que viniese, contra viento y marea.

Después de unos minutos nos separamos la una de la otra y observamos nuestros rostros bañados en alguna que otra lágrima a causa de la carga emocional de este momento tan intenso que acabábamos de vivir.

Es ella la que busca a la camarera y la llama para que nos traiga la cuenta y así poder irnos lo antes posible al hospital, con su madre, que aún no sabía que iríamos a acompañarla y seguramente la haga ilusión y le de más tranquilidad tener a su hija con ella.

La mujer se apresura en venir a nuestra mesa a cobrarnos y soy yo la que gano nuestro pequeña batalla para ver quién paga. Se lo doy justo para no andar con líos y esperando a que nos traiga las vueltas, solo la dejo unos céntimos como propina por su amabilidad y sonrisa de ánimo que nos regala a ambas cuando nos vio nuestros rostros bañados en lágrimas.

- ¡Muchas gracias! - Nos despedimos cuando estamos en la puerta de la cafetería.

- Que paséis un buen día - nos dice la camarera de antes que nos regala otra sonrisa.

Nos quedamos en la calle un rato pensando que hacer o como ir hasta allí porque Marta no tenía las llaves de su coche consigo pero si cogemos el transporte no llegaríamos a tiempo.

- Vamos a casa a coger las llaves del coche - propongo - además el coche está aparcado allí y estamos a menos de diez minutos andando.

Por su expresión sé que está de acuerdo conmigo pero son sus nervios los que no la permiten pensar con claridad y ordenar sus pensamientos lo mejor posible para poder retransmitirlos de una forma clara y con sentido común.

- Buena idea - articula en voz baja, casi susurrando, como si no tuviese fuerzas para hablar lo suficientemente alto.

Decidimos atravesar una de las calles para acortar el camino y llegar lo antes posible al coche de Marta, aunque al paso que vamos llegaríamos en cinco minutos, pero está claro que no hay tiempo que perder y Marta cuando está nerviosa su cuerpo se acelera, y desde luego que este momento era para estarlo, e incluso arrancarse los pelos de la cabeza uno a uno.

Posdata: Te Quiero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora