11. Equivocado

423 23 0
                                    

LUIS

El dolor de cabeza y la resaca pasan a estar en segundo plano cuando un dolor o algo clavado en el pecho como una espinita te hacen sentir la peor persona del universo.

Porque sí, me sentía la peor persona del universo, sentía que había traicionado a alguien, a una persona en concreto que está a 1042,4 kilómetros de distancia con León, Palencia, Burgos, La Rioja, Zaragoza, Lérida y Tarragona de por medio. Aunque dicen que cuando quieres a alguien o cuando estás lo suficientemente enamorado de alguien no hay tierra ni mar suficiente como para separar o romper un sentimiento tan fuerte. Pero lo que nadie dice es que, en muchas ocasiones, ese sentimiento no es mutuo y que de nada vale sentir que da igual la distancia o lo que haya de por medio.

Lo que sentía era culpabilidad, me sentía culpable, sabía cómo era ese sentimiento, yo creo que todos lo hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas.

Cuando rompí el juguete favorito de mi hermana por una tontería que por aquel entonces era lo peor que nos podría pasar, cuando tire a la basura los apuntes de lengua de mi madre, cuando mi abuelo falleció y no tuve el suficiente valor de visitar a mi abuela y darla un abrazo, cuando le robe a mi mejor amigo su juguete preferido - ahora nos reímos de aquello -, cuando decidí que era una buena opción pegar a uno de mis amigos porque mi equipo había perdido un partido, supuestamente por su culpa, o cuando me lié con la novia de Héctor.

La culpa es algo que nos acompaña a todos de por vida, de pequeños suele ser por cosas de críos que acabamos solucionando a los minutos, pero cuando crecemos solemos culpar a la situación o al momento. Lo que ocurrió con la novia de Dani podría haber sido culpa de la cerveza que llevaba de más, pero siendo sincero, iba bien y ella fue la que insistió, ya que por aquel entonces las cosas entre ellos no iban bien y quería darle celos conmigo, pero nunca pensé que llegaríamos al punto de acabar en una cama sin ropa, con nuestras pieles brillando a causa del sudor del momento que acabábamos de vivir.

Lo que pasó ayer con Laura también podría ser culpa del alcohol que había ingerido para ser más valiente y romper la barrera de la timidez, esa que me ha acompañado toda mi infancia y que en mi adolescencia se multiplicó y me hizo pasar momentos muy malos. Pero cuando me besó por primera vez, me ofreció ir a su casa y cuando empezamos a desnudarnos, sabía perfectamente lo que hacía, pues ahora mismo recuerdo la mayor parte de los detalles de aquel polvo con la mallorquina de ojos azules, melena rubia y dentadura perfecta.

Doblando la ropa que me puse anoche y que deje en la silla de mi cuarto para no hacer ruido y despertar a mis padres que dormían plácidamente en la habitación contigua a la mía, recuerdo que me dio un papel con su número de teléfono y que yo guarde en uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón.

Me guarde su contacto en el móvil, igual hablar lo que pasó y aclararlo sería la opción más correcta y madura que podríamos hacer. Quería asegurarme de que ella sabía con certeza de que no buscaba nada con nadie y mucho menos a alguien con follar sin conocer. Estaba en ese punto de mi vida que necesitaba saber algo de la otra persona antes de pasar a quitarnos la ropa y fundir nuestros cuerpos.

Fui al patio trasero a hablar con Ana, sus consejos siempre me han venido como anillo al dedo, y escuchar la voz de mi amiga me relajaría. La echaba de menos, pero ahora mismo yo me echaba en falta a mí mismo.

- ¡Cepediiii! - Exclamó emocionada al coger mi llamada - ¿Qué tal por allí? Supongo que bien con tu familia y amigos - dijo con su acento canario más marcado de lo que yo recordaba y una sonrisa se me dibujo. - ¿Has hecho algo, verdad? Sino no me llamarías - dedujo ante mi silencio.

Asentí como si pudiera verme.

- Bien la verdad es que bien, pero ayer la lié - confieso dando vueltas de un lado a otro.

Posdata: Te Quiero حيث تعيش القصص. اكتشف الآن