8. Hogar

450 21 15
                                    

LUIS

El gélido frío del norte metiéndose por cada poro de mi piel haciendome tiritar del frío. Mis nervios también eran un factor muy importante a la temperatura corporal que sentía y me daba la sensación de que hacía diez grados menos en realidad. O simplemente que ya no me acordaba del frío de mi tierra y me había impactado demasiado el frío del norte en comparación con el de la capital.

Había parado el coche al lado del puente de mi ciudad, me apetecía escuchar el sonido del agua del río. Me recordaba a mí infancia, a cuando venía a jugar con mis amigos de clase a fútbol y yo siempre perdía porque lo mío era el baloncesto, los paseos con mis abuelos los sábados por la tarde, la costumbre de mi madre de venir aquí a despejarse de todos sus alumnos, mi primer beso con una chica de mi clase con la que nunca había hablado, mi primera borrachera, el baño en pelotas con mi mejor amigo una noche de verano. Sin duda alguna, este puente me había visto crecer, hacer locuras, mi lado más familiar y mi lado más personal porque ahora siempre venía aquí cuando quería desconectar, pensar y hablar conmigo mismo.

A decir verdad estaba aquí por el miedo que me daba volver a casa aunque estando aquí solo estaba posponiendo lo que tanto me comía por dentro y sabía que tarde o temprano tenia que enfrentarme a mi miedo. No sabía porque me daba miedo si sabía que mis padres no me iban a juzgar, al contrario, me darían el cariño que necesito. Pero no era el mismo Luis Cepeda de hace tres meses cuando vine a pasar unos días con Aitana porque la hacia ilusión venir a conocer mi tierra y mi madre estaba deseando tenerla en casa.

Me monto en mi coche y conduzco tranquilamente apreciando el paisaje que me rodea y que me recuerda a momentos específicos de mi infancia y mi adolescencia. Por mucho que me costará admitirlo estaba feliz de estar aquí y me producía mucha paz y tranquilidad mental.

La oscura piedra de mi casa se deja ver tras los árboles que la rodean. Mi madre estaba regando las plantas del patio delantero. Mi padre está sentado en una silla con una guitarra entre sus manos. Sonrio instantáneamente como un niño pequeño al ver a sus padres tras volver de un campamento de verano. Solo con verles a lo lejos, metido en un vehículo, se me había pasado el miedo que tenía hace un momento.

Cuando ya estoy lo suficientemente cerca, tocó el claxon de mi coche para llamar su atención y ambos clavan sus miradas en mi coche dejando lo que estaban haciendo para bajar a recibir a su hijo pequeño.

- Ola meu fillo - me saluda mi madre abrazándome con entusiasmo en cuanto estoy fuera de mi coche. - ¿Que tal el viaje? - Pregunta separándose de mí.

- Bien, pero tengo hambre - confieso tímido.

Mis padres ríen. Siempre que vuelvo a casa me entra el hambre.

- Pues tu madre ha preparado una tortilla de patata sin cebolla que huele genial - me informa mi padre y lo abrazo.

Alargó mi brazo para acercar a mí madre y poder fundirnos en un abrazo de tres. No sabía lo mucho que necesitaba esto hasta que por fin lo estoy viviendo. Inhaló el olor de ambos, siguen oliendo igual, al olor de vainilla que hay en mi casa de la infancia. Siempre que vengo aquí lo años no avanzan, todo continua igual que cuando me fui hace diez años atrás. Mis padres me siguen recibiendo con la misma ilusión y emoción que la primera vez, con alguna cana y alguna arruga de más.

Me separo de ellos antes de que se me caiga la lágrima que amenaza con caer de uno de mis ojos.

Voy a hacia mi coche, seguido de mis padres, a coger todo mi equipaje.

Los tres nos dirigimos hacia mi casa y el olor a piedra humedad mezclado con el de vainilla de mi casa me recibe envolviendo todo mi cuerpo. Sonrió al ver la tortilla que ha preparado mi madre exclusivamente para mí.

Posdata: Te Quiero Where stories live. Discover now