5. Sin escapatoria

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AITANA

Mi teléfono no paraba de sonar, sabía perfectamente quien era, no dejaba de insistir desde que, ayer por la tarde, rechace ir a su casa. Debía entender que no siempre iba a estar para él y que, de vez en cuando, necesitaba un tiempo para mí y para estar con mis amigas. Al fin y al cabo, él y yo, no éramos nada, solo dos personas que estaban empezando a conocerse y que quizás había algo de atracción física - mental, puede - que no quería llegar a más, al menos de momento, quería conocerle más y saber más de él.

Mientras, Marta observa expectante como me arreglo el flequillo. Posiblemente este pensando que para lo que vamos a hacer, que es ir a dar una vuelta y tomar un café junto a Ava, no es necesario dedicar tanto tiempo a un flequillo ya que con el viento que corre acabara despeinado más pronto que tarde, pero no dice nada, solo me observa con una sonrisa en la cara.

Si algo me gusta de ella y de nuestra amistad, es que con el paso del tiempo hemos aprendido a respetar nuestros gustos y manías, que desde que vivimos juntas hemos podido averiguar cosas que desconocíamos la una de la otra.

Ella siempre ha sido la más paciente y calmada de las dos, sin embargo yo siempre tenía que decir todo lo que me ponía nerviosa, aunque fuese una tonteria. Gracias a dios - bueno, al tiempo y a la madurez que he ganado con este - he aprendido a controlarme y a no decir todo lo que se me pasa por la mente porque, a veces, puedo hacer daño a la otra persona aunque sea una simple broma.

Me planteo dejar el móvil en casa para no tener que estar recibiendo mensajes de Lucas, me apetece desconectar y pasar una tarde de chicas, pero lo acabo guardando en mi bolso por si acaso me llaman mis padres para alguna cosa importante, aunque saben de sobra que tenía planes y que me apetecía desconectar un poco.

- ¿Estás lista? - Pregunto a Marta asegurándome de que llevo las llaves de casa.

- Sí - asiente viniendo hacia la puerta de casa que es donde yo me encuentro para salir y poner rumbo hacia el paseo de Gracia.

El viento azota nuestros cuerpos - que bajo nuestros abrigos se estremecen - despeinandonos y haciendo volar nuestras bufandas como si nos estuviese castigando por algo que hemos hecho mal. Tras recomponernos de este golpe de frío ponemos rumbo hacia la estación de metro más próxima que nos acoge bajo el calor que desprende.

Los dos minutos de espera al medio de transporte se me hacen eternos. Como cuando esperas el último día de vacaciones. Como cuando esperas al festival tan esperado que se celebra en verano. O como cuando esperas para ir a ver a tu cantante favorito por primera vez.

Pero ahí están, las luces asomándose por el oscuro e infinito túnel, avisando que ya está aquí. Me estremezco en cuanto le veo acercarse y parar, poco a poco, nunca me han gustado los trenes, me dan miedo. Por suerte solo es una parada en la que no voy a soltar la mano de Marta. Nos adentramos en él. Esta prácticamente vacío. Solo cinco personas. Unas leen, otras escuchan música y otras ojean su teléfono móvil. Y yo observo a todo el mundo, siempre que me monto en cualquier transporte público tengo que observar a la gente e inventarme sus historias.

Marta intenta distraerme enseñándome los últimos mensajes que ha recibido de Lucas reclamando mi atención, porque parece ser que este chico no entiende que si yo no le contesto es porque quiero distraerme y desconectar de él.

- Ni le contestes - digo, al fin, irritada saliendo a la calle y caminando con paso decidido hacia la cafetería en la que hemos quedado, y por primera vez agradezco el frío chocando contra mi piel.

La silueta del fino cuerpo de Ava y su melena oscura y rizada se deja ver desde bien lejos. Lleva puestos unos pantalones negro pitillo, una camisa blanca con una chaqueta de cuero encima y unas botas. El autendo que ha elegido da a relucir aún más su hermosa figura. Sus caderas que aunque no demasiado voluminosas, son bastantes atractivas.

Posdata: Te Quiero Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu