VI

7.6K 853 52
                                    

Gran parte de éste capítulo fue publicado en el libro de Itzak ❤️
.
.
.

Se escabulló de su habitación por la ventana, y se fue corriendo hacia el establo, donde se encontraba el hombre de sus sueños. Cursi, pero real. Ese hombre era el dueño de sus pensamientos, de su amor.

Observó a ese hermoso "gatito" de cabello negro y ojos grises, dormir acurrucado sobre un montón de paja, y sonrió con ternura, levantando la fina manta para acostarse junto a él y abrazarlo.

El muchacho se despertó rápidamente y la abrazó, mirándola desconcertado.

—Candy ¿Qué haces aquí? ¿Por qué viniste?

—Estaba haciendo mucho frío.

—Exacto, te enfermarás, vuelve a tu casa, amor.

—No —le dijo acurrucándose contra él—. Tú te enfermarás.

Sonrió afligido, y acarició su cabello, su espalda, estrechándola entre sus brazos.

—Esto es muy arriesgado, si tu papá nos descubre, estaré en un gran problema.

—Él no lo hará, no te preocupes.

Levantó la cabeza, y observó sus hermosos ojos grises, sonriendo.

—Bésame.

—¿Qué?

—Que me beses, tonto —sonrió tomándolo del rostro, haciéndolo ella.

Si tan sólo él supiera cuan enamorada estaba. Lo que sentía cada vez que lo veía, que la besaba, o la tocaba. Ni hablar cuando hacían el amor.

Ya no podía imaginar su vida lejos de la de él. Ni quería imaginar lo que pasaría si sus padres lo descubrían.

Bastien había sido comprado por su papá hacía tres años, para que trabajara en los campos de siembra, y cuidando a los animales.

Y apesar de que el muchacho llevaba viviendo allí más de un año, Candice recién lo había conocido a los quince años, por pura casualidad.

Desde entonces, la jovencita se había acercado a él, hablándole, haciéndolo sentir más cómodo. Solía ir todos los días a visitarlo, llevarle comida, ropa, o simplemente y más importante para él, su compañía.

Y sin buscarlo, ambos comenzaron a sentir algo muy fuerte por el otro.

—Mi amor —susurró contra sus labios—. Quiero ser tuya —le pidió descendiendo sus manos por el torso de él.

—No, no Candy —gruñó, cerrando los ojos, al sentir como ella le besaba el cuello—. Por favor, no. Ya no más así.

Ella dejó de besarlo, y lo miró confundida.

—¿A qué te refieres, mí amor?

—Ya no quiero hacerlo así, Candy —le dijo afligido—. Tú te mereces algo mejor, no hacerlo en un establo, o el granero, con una bestia. Te mereces a un hombre de tu clase —pronunció con una sonrisa suave, triste—. Un humano que pueda darte todo lo que tú te mereces.

—No, no digas estupideces, yo sólo quiero estar contigo. Y si tú me amas, como yo te amo, nada más necesito.

—Candy, amor, sólo tienes dieciséis años ¿Qué futuro podrías tener a mí lado? Ninguno. Yo no sé leer, escribir, soy un animal en todos los sentidos... No puedo darte nada.

Los ojos de las jovencita se cristalizaron al escuchar aquello, mirándolo con angustia.

—No me importa, no me importa nada.

—Pero a mi sí, porque no sería justo para ti. Yo quiero que seas una mujer feliz, pero bien.

Candice escondió su rostro en el pecho de él, sollozando. No, ella no quería ningún otro hombre que no fuera él. Y ella tampoco entendía, el dolor que le causaba a Bastien tener que decirle eso.

—Vuelve a tu casa, amor, vuelve allí, y olvídate de mí. Ya no vengas a buscarme, haz como si jamás me hubieses conocido.

—Tú no me amas, s-sí me amaras no me pedirías algo así... Estarías conmigo sin importar nada más.

—Eres el sueño real más bonito que alguien como yo podría vivir —pronunció sintiendo un nudo en la garganta.

Negó con la cabeza, y lo tomó del rostro, besándolo, llorando. No lo dejaría, jamás se alejaría de él.

—Te amo, te amo, Bastien.

La abrazó a él, sin decir nada.

—Te amo... Dime qué también me amas —le pidió en un hilo de voz—. Dime qué también lo haces, amor.

—Vuelve a tu casa —susurró.

***

Volvió a su casa, encerrándose en su habitación, llorando con angustia. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué le pedía aquello? ¿Dónde estaba el supuesto amor que le tenía?

¿Acaso no se daba cuenta que la estaba lastimando? ¿Que ella lo amaba cómo nada en su vida? Y que la hubiera rechazado, que no hubiese correspondido a su te amo, le dolía demasiado.

Abrazó la almohada, sintiéndose tan sola.

"—Te amo, ¿Tú me amas? —le preguntó con una suave sonrisa, mirándolo a los ojos.

Bastien estaba arriba se ella, aún sin salir de Candice, luego de haber estado juntos, y sonrió, besándola con ternura antes de responder.

—Sí te amo ¿Cómo no hacerlo? Eres mí novia, mi mujer.

—¿T-Tu mujer? —preguntó sorprendida.

—Sí, ¿No eres mi mujer? ¿Tú no eres mía y yo tuyo?"

***

Lloró angustiado, sintiéndose tan miserable. Ella era lo único que amaba en la vida, y ahora la había perdido. Era ese motivo que lo impulsaba a seguir, a vivir, porque sabía que la vería un día más.

Qué nada era tan malo, como para no vivir para verla.

Ella sanaba cada una de sus heridas con sus besos, con sus caricias, hacía que todo lo malo careciera de valor. Cuando estaban juntos, no existía nada más, sólo ellos.

Y ahora ya no estaría, y dolía mucho. Era como perder una parte suya. Aunque estuviera completo, adentro se sentía vacío.

Se cubrió el rostro con una de sus manos, y rompió a llorar con tristeza. No, no quería ahora perderla, se arrepintía de haberle dicho eso.

¿Qué iba a hacer sin su Candy? ¿Qué iba a hacer sin su amor? Sus malas decisiones, sólo demostraban más lo ignorante y estúpido que era.

Y dolía también no ser el hombre justo que ella merecía. Ese que podría sacar frente de todos, presumirlo con orgullo, como él lo haría con ella.

Se recostó entre la paja y se tapó con su fina manta, sin dejar de llorar. Eso era, un animal más del corral, sin derecho a nada, mucho a menos a amar o desear algo tan inalcanzable como la señorita Von Der Nooth.

...

BastienWhere stories live. Discover now