once

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Surt aguardaba nervioso a su maestro,de pie en esa sala que más parecía una oficina de alguna época olvidada. Había un amplio escritorio,con pilas de libros y papeles además de pergaminos. Uno de estos royos estaba extendido sobre una mesa pequeña, al lado del escritorio. Surt se asomó a ver qué decía tirando, por accidente,unos libros sobre el tintero y ensuciando varios documentos. Algo asustado intento limpiar todo y en eso lo sorprendió Gowasu. Bastante nervioso Surt,ocultó detrás de él algunos papeles y se pasó la mano por la frente manchandose con tinta,sin notarlo.

-Discúlpeme por favor-le dijo el muchacho al ver que gran parte del desastre seguía a simple vista-Fue un accidente Supremo Kaiosama.

-La primera vez que estuve aquí, recuerdo, haber hecho algo semejante y mi maestro me dijo que era un chico muy torpe-le dijo Gowasu.

-¿Si? ¿Y usted que le dijo?

-Guarde silencio-le respondió el Supremo Kaiosama en un tono bastante serio.

Surt bajo un poco la cabeza a ese sutil reproche. La charla inicial fue larga y se la dieron mientras recorrían aquel edificio,para enseñarle la ubicación de cada espacio. El aprendiz iba tomando notas en una pequeña libreta para no perder detalle. Parecía un muchacho voluntarioso,
curioso y ansioso por aprender. No dejaba de hacer preguntas y escribir. Finalmente llegaron al área de los dormitorios y Gowasu le dijo que escogiera una habitación. A Surt le llamó la atención la única que permanecía abierta y echando un vistazo en ella le preguntó:

-¿Alguien más vive aquí,
maestro?

Gowasu miró aquella habitación pequeña con una cama estrecha, una mesa con una silla y nos gabinetes que no había revisado. El libro que leía el antiguo morador,de aquel cuarto, seguía sobre la mesa de noche y la cama estaba sin ordenar. Era la primera vez que volvía allí,desde ese día.

-Escoge una de las otras habitaciones y luego ve ha hacer lo que te pedí. Es importante que lo hagas con cuidado y sobretodo paciencia. Recuerda Surt,la base de todo es la paciencia-le dijo a su nuevo discípulo.

-Si maestro-le respondió el joven y se marchó,pero viendo a Gowasu que tenia los ojos fijos en ese cuarto.

La silueta de Zamasu seguía plasmada ahí,en las sábanas y en la almohada. Zamasu era muy ordenado,nunca salia sin antes dejar su habitación organizada,
que la dejara así era prueba de la prisa que tenía aquella mañana. Gowasu suspiro y se retiró ese dia,pero a la mañana siguiente volvió a ese lugar y se sentó en la solitaria silla donde su anterior pupilo solía ponerse a estudiar. Puso los antebrazos sobre las viejas tablas,tomó el libro y hundió en el la cara,como hacia aquel muchacho que parecía quererse comer las páginas. Era apasionado. Cerro los ojos,como para evocar algo muy remoto y se sonrió.

-Buenos días-le dijo una voz que lo hizo ponerse de pie tirando la silla.

La ángel se sonrió. Esa torpeza de Gowasu siempre le resultó divertida. La saludó algo avergonzado ella,le tomó la mano y le preguntó que hacía ahí. Él el contó brevemente.

-Deberías limpiar este lugar, Gowasu-le dijo Cus-Zamasu no volverá.

-Lo sé,pero me siento tan responsable de su caída que a veces pienso que debí defenderlo...No hice nada cuando el señor Bills y el Supremo Kaiosama del universo siete, llegaron a acusarlo,aun si tenían razón... Tal vez hubiera podido...

Gowasu se dejó caer en la silla,que había levantado, cubriéndose el rostro con las manos y Cus se quedó parada frente a él. Podia haberle dicho muchas cosas que hubieran disipado el velo de culpa que tenía Gowasu. Al fin optó por envolverlo en un abrazo y esperar.

Un par de horas después,ambos se alejaban por el corredor dejando una habitación vacía y cerrada.

Mi última primaveraWhere stories live. Discover now