Contacto

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Llegado el medio día, aún no salíamos de la cama; no sólo no dormimos durante la noche, ni siquiera dormíamos ahora; sólo estábamos recostadas, abrazandonos unas a otras sin hacer nada más que disfrutar de la suavidad de nuestros cuerpos.

En esta ocasión, Eris cedió su lugar a la coneja, quien se abrazaba a mi lado izquierdo mientras bella estaba en el derecho.

Mavis estaba recostada en mi vientre mientras que Shiba y Eris se abrazaban entre ellas en el pequeño espacio que habían entre la cintura de Bella y la mía.

“Enserio necesito una cámara en el techo que fotografié escenas tan lindas como esta", pensaba mientras jugaba con las orejas de Alice.

—Bien chicas, hora de ir a trabajar —expresé finalmente mientras trataba de quitármelas de encima.

—¿Tenemos qué? —preguntaba Shiba.

—Tú no, puedes solo ponerte a jugar, pero Bella, Mavis, Eris y yo sí.

—Quedémonos así por hoy —todas parecían estar de acuerdo.

—No, ya fue suficiente descanso.

—Entonces ¿si te cansamos lo suficiente tendrás que descansar otra vez?

La mirada de todas me decía que estaba en peligro; se abalanzaron sobre mi y comenzamos a pelear entre las sábanas.

—¡Noo! ¡Auxilio! —gritaba divertida tratando de sacudirmelas—. ¡¿Hey?! ¡¿Dónde están tocando?!

¡¿Quién mordió mi pie?! —

Las risas no faltaban, pero siempre era en esta clase de momentos cuando alguien tocaba la puerta.

Toc Toc... Y como siempre, no faltó.

—¿Quién es? —pregunté como pude.

—Soy Paris, su mensajero. Mi reina, tiene que ver esto.

—¿No puede esperar?

—No creo que sea posible.

Suspiré agotada y desenredé la cola de Eris de mi cabeza.

—Ya voy.

Entendiendo que el deber llamaba, las chicas no me detuvieron más.

—Ustedes sigan jugando, nos vemos en un rato —mencioné al salir con un vestido adecuado para una reina.

Seguí a mi mensajero con prisa hasta la pradera fuera de la capital, dónde, a unos cien metros de la muralla, varios soldados se encontraban haciendo guardia y una carpa había sido colocada.

—¿Por qué tanto secreto?

—Tendrá que verlo usted misma.

Me apresuré hacia la carpa y lo que vi dentro era algo que no podía haber imaginado.

Justo en medio se encontraba un portal hacia la era moderna.

—¿Otra vez?... Hela —decidí llamar a mi experta en portales, quien no se hizo esperar.

—¿Qué necesita... necesitas? —casi olvida hablarme de modo informal.

—¿Este portal va hacia mi mundo cierto? —podía saberlo viendo las calles; en realidad, parecía haber una línea policíaca rodeándolo del otro lado.

—Así es —mencionó con un vistazo.

—¿Cómo es que se volvió a abrir?

—Ya lo había explicado, al no terminar el hechizo de transmigracón, la tela universal nunca pudo repararse así misma, y ahora que Baltazar se fue, se debilitó aún más, por lo que no es raro que éste tipo de portales comiencen a aparecer por todo el mundo.

Reina Salvaje (Volúmenes 15 - 17)Where stories live. Discover now