III. Un molesto desconocido. (M)

5.5K 564 130
                                    

Lo primero que mis ojos vieron en cuanto la puerta se abrió fue un torso masculino, consiguiendo que tardara unos segundos en centrarme. Bajé mi mano, subiendo mi mirada, para encontrarme con la cara de la persona que había deseado estrangular desde hace días. Sabía que era un chico, no obstante, al no haberlo visto nunca lo había imaginado de muchas maneras distintas, cada cual más extraña; así que pensé que estaba preparada para cualquier cosa. Sin embargo, cuando sus ojos captaron los míos, tuve que reconocer que no estaba preparada para eso.

El muy idiota era increíblemente lindo.

Pero no era un lindo cualquiera. No era como los modelos que salían en revistas, o alguno de esos actores por los que babeábamos de adolescentes. Para nada. Era guapo, en un sentido distinto. Él era distinto. Había algo, algo que hizo que olvidara por un momento todas las razones por las que había ido hasta allí.

Él estaba mirándome con las cejas alzadas sin decir nada. Iba con unos vaqueros gastados, junto con una camiseta blanca. Pero no fue en la ropa en lo que precisamente me fijé. Mi mirada estaba completamente puesta en su rostro vagando sobre sus rasgos, al ser un poco más alto que yo tenía que alzar la cabeza para poder observarlo bien. Me encontré con unos ojos oscuros, acompañados de una piel clara. Pelo castaño algo largo, aunque no demasiado, lo justo para decir que le hacía falta un buen corte.

- ¿Necesitabas algo? - preguntó de repente, carraspeando.

"Reacciona idiota"

Pestañeé dos veces antes de volver a la realidad y recordar donde estaba. No parecía sorprendido porque acababa de quedarme viéndolo como una idiota, más bien parecía divertido. Me crucé de brazos y respiré hondo.

- Soy tu vecina.

- ¿Vecina? – su rostro giró hacia un lado, fijándose en la puerta de mi apartamento. Un brillo de comprensión brilló en sus ojos. – Así que eres mi nueva vecina.

- Si, una que has estado torturando desde durante los últimos días.

- ¿Torturando? – se cruzó de brazos también, apoyándose en el umbral de la puerta.

- Con tu música.

Sus ojos brillaron de entendimiento, aunque su postura no cambió.

- ¿Mal repertorio? ¿Deseas hacer una petición?

Decidido, era un imbécil.

- Lo que quisiera es que no tocarás música a las dos de la mañana, cuando las personas normales están durmiendo.

- ¿Cuál es el problema? El vecino anterior no se quejó nunca.

- El vecino anterior tenía ochenta años y estaba sordo.

- Algo encantador.

Cerré los ojos, armándome de paciencia, esto no iba a ningún sitio. Lo miré de nuevo, dispuesta a advertirle que la próxima llamaría a la policía, cuando me percaté de que sus ojos ya no estaban puestos en mi rostro. Su mirada bajó y en unos instantes me recorrió por completo el cuerpo, hasta volver a mi cara. Sus labios simularon una sonrisa.

"Seré estúpida"

Con las prisas y el enfado ni siquiera lo había pensado al salir de casa. No llevaba puesto nada salvo aquella camiseta para dormir. Nada más. Aunque por suerte la camiseta era larga, tampoco dejaba demasiado a la imaginación. Eso añadido a mi pelo echo un desastre, (no me hacía falta verme en el espejo para saberlo) y mi cara roja por la furia, mi aspecto en aquel momento no era precisamente el mejor de todos. Justo en ese momento, noté  un calor familiar en mis mejillas. 

Devastadora tormenta. ©Where stories live. Discover now