XIII. Odiosa fiesta.

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Importante: Leed la nota del final please <3

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Apreté los labios, tratando con todas mis fuerzas de aguantar las ganas que me habían entrado de echar a correr, y el deseo de pellizcarme para averiguar si aquello era real o no, pero me contuve a tiempo.

- Kay, ¿qué estás mirando? - Sasha siguió la dirección de mis ojos, solo fueron unos momentos, enseguida su cabeza giró con asombrosa rapidez y clavó sus ojos en mi. -¿Se puede saber que hacen aquí? ¿Desde cuándo conocen a Vincent? ¿Cómo es posible?

Las palabras de Sasha eran solo una parte de las preguntas que en aquel momento me pasaban por la mente, con menos maldiciones claro.

- ¿Quién más va a presentarse en esta fiesta? Lo único que falta es que apareciera Buda por la puerta.

- Pensé que tu hermano había perdido todo el contacto con la gente de allí. - susurré notando como el nudo de mi garganta se iba haciendo más fuerte.

Noto poco a poco como la rabia se va amontonando. Y y no solo rabia; cólera, vergüenza, muchos sentimientos que llevaban bastante tiempo guardados en lo más profundo de mi empezaron a salir a flote.De repente su rostro adquirió una seriedad que no hizo más que advertirme. Eran pocas veces las que adquiría una actitud como aquella.

- Kay, escúchame. - elevó las manos y las posó en mis hombros. - No has hecho nada malo.

Lo sabía perfectamente, pero aunque estaba completamente de acuerdo con ella, no podía evitar que mi garganta se cerrara ante el bombardeo de recuerdos que en ese momento invadían mi mente. Podía superar ese momento, en poco tiempo podía controlar aquellas emociones que me sacudían. O al menos eso pensaba.

Pero eso fue antes. Antes de verla a ella.

Fue como si el coraje que había conseguido reunir se evaporara en cuestión de segundos. Sasha notó mi repentino cambio, lo que hizo que sus ojos siguieran una vez más mi mirada. No solo su rostro varió, todo su cuerpo se tensó casi de la misma manera que el mío.

Sabía que diría algo, cualquiera cosa para hacerme sentir mejor. Por ello decidí tomar la opción más viable y fácil en una situación como aquella.

Huir.

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No sabía dónde iba, solo dejaba que mis pies me llevaran lejos de allí. Aún cuando quería correr, con aquella muchedumbre de gente era imposible. Después de unos cuantos traspiés y varias malas miradas por parte de las personas con las que había chocado, conseguí llegar a una zona más tranquila. Era un pasillo largo en el que apenas había gente. Solo tuve que avanzar un poco cuando mis ojos se quedaron fijos en un pequeño cartel, colgado de una de las tantas puertas, con la palabra Toilets escrito en el. Ni siquiera me detuve a pensarlo, cualquiera sabía que ese el lugar en el que una chica se refugiaría en medio de cualquier crisis. Yo no era una excepción. Así que entré dispuesta a esconderme todo lo que quedaba de fiesta.

Por suerte y extrañamente, no había nadie dentro cuando puse un pie en la pequeña habitación. No era demasiado grande, aunque lo suficiente para tres lavabos y tres pequeños retretes ubicados detrás de unas puertas verdes acristaladas.

Me lavé las manos elevando mi rostro, encontrándome con mi reflejo en el pequeño espejo redondo colgado en la pared. Mi cara era un pequeño caos, quitando la palidez que invadía mi piel, el maquillaje no parecía tener mucho arreglo. La zona de las ojeras ya iba adquiriendo un tono oscuro y pequeños brillos habían comenzado a aparecer en lugares como la frente o la nariz. Dejé salir el gran suspiro que había estado reteniendo.

Devastadora tormenta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora