2.

1.1K 118 9
                                    

Thara

Pocas veces en mi vida había tenido tanto miedo como en estos momentos. Estaba a un suspiro de mearme encima.

Literal.

El gran y sexi rubio, agradezcan mi apreciación, me tomó bruscamente de los brazos y en una exhalación me levanto hasta dejarme frente a su rostro.

Ignoren las comparaciones con el ciclo respiratorio. Estaba demasiado nerviosa como para pensar en otra cosa que no fuese convertirme en aire.

—¡¿Qué viste?!—gritó a escasos milímetros de mi rostro.

—¡Estás loco! —forcejee. — No vi nada.

Él apretó con más fuerza y pude ver, como una dolorosa epifanía, mis huesos fracturarse. Me quejé rogándole que me soltara.

—¿Quién te envió? —sacudió mi cuerpo.

¿Cómo diablos se suponía que contestara a eso?

—¿Mi curiosidad?

—¿Qué? —me zarandeó otro poco. Quizá y en su tonta cabeza el zamarrearme como una muñeca de trapo ayudaría a que mis ideas se aclararan. ¡Ja! Estaba perdido. —¿Qué haces aquí?

Una vena se marcó en su frente y quise encogerme. ¿De todas las personas en el mundo, yo venia a disgustar al quisquilloso líder alemán? Bueno, tampoco es que lo había hecho adrede...

—Estoy hablándote.

—Perdón, ¿Qué...? — me soltó bruscamente, provocando que callera de rodillas al piso y recordara su pregunta. —Estaba... estaba perdida.

Caminó un par de pasos, alejándose. Casi, suspiré aliviada. Pero el muy maldito se detuvo, dio la vuelta y volvió.

—Ni siquiera te atrevas a mencionar lo que viste esta noche —dijo con la mandíbula apretada. Con la cabeza gacha asentí sin levantar la vista. Lo mejor era que perdiera el interés en mí. —Quizá tu aburrida vida se vea avivada con un poco de emoción, pero no deseo que nadie sepa lo que presenciaste. ¿Está claro?

Bastardo, ni que fuese tan importante. La pelirroja no parecía tan encantada con él.

—Lo que su majestad ordene —dije con ironía. Murmurando, claro está. —Ni que fueses al único que rechazaron...

—¿Qué dijiste?

—¿Qué? ¿majestad? —Respondí de vuelta, sospechosamente envalentonada al recordar que yo también había sufrido una humillación esa noche. Y el tipejo este se creía el centro del universo. — ¿No eres acaso el mandamás que viene a darnos el visto bueno para unirnos a tu gran y poderoso clan? ¿No quieres que los sencillos provincianos sepan que te rechazaron? ¿A ti, el todo pudiente?

—¿Disculpa?

—¿Te crees demasiado bueno? Hace años que nuestro gran señor ruega por tu consideración. Pero mírate, aquí estas mirándonos sobre tu hombro.

—Pagaras el precio de saciar tu curiosidad, chica perdida —dijo de repente y tristemente noté que la conversación anterior había sido parte de mi imaginación.

—Sí, señor.

Con un escueto "lárgate" hui de allí. Y corrí, corrí como alma que lleva el diablo.

**

—Wow —dijo Melissa al verme entrar a casa con el vestido a medio poner y los nervios de punta. ¿Cumpliría ese hombre su amenaza? —Noche agitada ¿eh?

HIELO [en tu mirar]Where stories live. Discover now