8.

830 71 3
                                    

Thara

¿El tiempo podía sentirse? Era lo único que mi adormilado cuerpo podía percibir. A los segundos pasar mientras disfrutaba del cálido cuerpo que me reconfortaba.

Que maravilloso era el alcohol.

Los brazos de Märco llegaron a mi rescate cuando el piso se tambaleo a mis pies. Intenté con todas mis fuerzas enfocar el bosque al que estaba acostumbrada a percibir en mis sueños.

No lo encontré. Y tampoco insistí mucho en ello.

Comencé con una cantaleta sobre lo triste que era ser rechazado y que nadie podía destruir nuestro espíritu por ello. O eso es lo que quise decir.

Las orbes azules se veían tan hermosas y cercanas. Ya no parecían gélido hielo, sino la luna siendo duplicada sobre un océano y perdiéndose en el con la luz del crepúsculo.

Sonreí, ¿de dónde sacaría mi cerebro tanta cursilería para un momento como este? La respuesta fue simple, Melissa. Esa bibliófila loca que tenía como hermana mayor había achicharrado parte de mi cerebro con sus cursis historias de amor.

—Cállate— respondió a alguna estupidez que seguramente dije.

—Obliga... me —fijé con fuerza los cabellos dorados de su nuca y cada una de mis terminaciones nerviosas se volvieron especialmente sensibles a cada minúsculo cambio en el ambiente de la habitación.

¿Dormía o no?

Miré los ojos de Märco, que me observaban detenidamente y no lo dudé. Besé esos labios rosas que venía ojeando días atrás.

El beso se tornó más intenso, y él respondiéndome. ¡Ah! Eso era lo bueno de los sueños, podrías cumplir la más bizarra de las fantasías que tuvieras.

—Detente... —me apretujé contra él sacándole el máximo provecho a mi sueño medio húmedo. —Thara...

Mis manos se tornaron codiciosas y tomando ambos lados de su camisa jalé con fuerza.

La realidad seco mi boca y mis entreabiertos ojos hicieron el favor de abrirse para admirar la tersa piel del pecho lampiño de Märco. Abrí mis muslos descaradamente, apretándolo contra mi cuerpo. Su masculino jadeo caló hondo en mi bajo vientre.

Mi cabeza me recordó que el despertar seria tan duro que tendría que darme un baño con agua helada para bajar la calentura de mi cuerpo.

**

Desperté, de repente, completamente desorientada y con un dolor en el cuello, que parecía habérmelo quebrado durante la noche. Observé con detenimiento la decoración del lugar, me choqué de frente con una figura masculina desayunaba a gusto.

—Hasta que despiertas —dijo con falsa calma. —Debes apresurarte a desayunar. Hoy tenemos muchas tareas que cumplir.

—¿Tenemos? —pregunté en voz baja, percibiendo el hedor de mi aliento con mi mano. Arrugue la nariz al sentirlo.

Märco me miró y asintió.

—Tenemos que ir a la "Torre"—abrió con fuerza el periódico en sus manos. —Acomoda tu blusa, uno de tus senos casi se te sale.

No pude, o quise recordar como y cuando me había cambiado mi ropa del día a mi viejo y roído pijama de viaje. Mamá había dicho en una ocasión que siempre que salíamos teníamos que usar nuestras mejores pilchas, pero tanto Melissa como yo pasábamos olímpicamente de sus reglas. Por lo que mi pijama de viaje consistía en una blusa desgastada y un par de shorts que ni siquiera tapaban la línea de mis glúteos.

HIELO [en tu mirar]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin