6.

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Märco

—Soy Thara —ella sacudió efusivamente la mano de Hans y cuando este se distrajo jaló de él para darle dos besos en las mejillas. Peter me observó sorprendido, pero su mirada fue interrumpida cuando mi prometida se aventó a sus brazos también, — Thara Wellton. De Luxemburgo. Mamá es española...

—Las presentaciones después —la corté y ella tuvo el descaro de fruncir el ceño. —Pasemos, la tarde esta fría.

No pude ignorar la mirada de fascinación que se gravó en su rostro. Al parecer mi disfuncional familia le hacía ilusión a la chiquilla chismosa.

Peter, mi padre, me miró fijamente durante unos minutos.

—Adelante, serviremos un té para ustedes.

Él intercalo su mirada entre Thara y yo y luego, con una falsa sonrisa nos invitó a entrar a la casa.

Apenas habíamos dado un par de pasos dentro del recibidor cuando un inconfundible aroma alertó a mis neuronas.

Livet. En mi casa. Con mis padres.

Comencé a caminar directo a mi despacho, sin prestar atención a las personas que estaban conmigo y solo imaginando como afrontar el volver a ver a mi Diosa de ojos verdes.

—Maldición —sobé con mi puño el área de mi corazón.

Mi pecho ardía al recordar su expresión desconcertada al oírme anunciar mi respuesta positiva en cuanto a la alianza y el motivo de ella.

"¿Qué sucede contigo?" había sido su rápida pregunta. Intentó incluso acercarse y tomarme del brazo. Hice acopio de toda la voluntad que tenia y antes de que me tocara le hablé; "No te dirijas a mi en esos términos, Sargento. Aprende a respetar el lugar que te corresponde."

Ella se había alejado instantáneamente, herida. Y yo me había odiado tanto por ser un maldito bastardo rencoroso.

—¿Está enojado? — preguntó Thara casi a punto de pisar mis talones. No había notado hasta ese momento que tanto ella como Darius me seguían. —¿A dónde vamos?

Me detuve en seco cuando entrabamos al despacho de la planta baja y su cuerpo casi se estrella con el mío. Si no fuese por Darius que la jaló antes de que eso sucediera.

—¿Qué haces aquí?

Ella me miró como si fuese un lunático y luego encogió sus hombros.

—Lo seguí. Pensé que eso quería cuando caminó en silencio hacia aquí...— cuando estaba por espantarla, algo a mis espaldas pareció serle de mayor interés. —Oh vaya, ¿ese es usted?

Miré la estatua que se encontraba en una esquina. No, no era yo. Pero ella parecía muy concentrada en escudriñar los detalles.

—Es... —oí su estomago gruñir y a ella hacer presión en esa zona. A pesar de no querer estar junto a ella, no era un maldito torturador. Y recién ahora caía en cuenta de que no se había alimentado—Darius.

Él asintió en silencio y se retiró del despacho, cerrando la puerta tras él.

—¿Eh? Pero si se parece a usted —dijo ella pensando que era mi respuesta. —Ya sospechaba yo que su relación era intima, pero...

Dejé de oírla al ver un conjunto de documentos sobre el escritorio. Mi corazón latió con fuerza al leer las palabras que caratulaban la carpeta gris; urgencia, reubicación, sargento.

—¿Qué demonios? — abrí la carpeta con fuerza y allí encontré la foto de Livet, y un pedido formal para ser transferida de regreso a la unidad de protección de la frontera. La nota había sido redactada esa mañana y seguro que esperaba en mi oficina para ser aprobada. —Está loca.

HIELO [en tu mirar]Where stories live. Discover now