3.

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Märco

—Me has dejado sin palabras, si te soy sincero —dijo Darius con una expresión estupefacta.

Nos encontrábamos en el recibidor de la suite del mugroso hotel donde nos hospedábamos. La ceremonia había finalizado hacia unas dos horas y ahora teníamos que prepararnos para un banquete de celebración.

Nada podría ser menos atractivo.

—No esperaba tu aprobación.

Él hizo una mueca.

—¿Esto era lo que tenias planeado? A decir verdad, creí que...

—Deja las fantasías, Darius —respondí con voz firme. —Le dije a mi padre que buscaría una esposa y pues, eso es lo que he hecho.

—¿Y esta era la finalidad de investigar a las hijas del joyero? Disculpa, pero pensé que la excusa de visitar a este pequeño clan radicaba en...

—¿Livet? —dije con ironía. Cada célula de mi cuerpo gritando en agonía.

Sus palabras de la pasada noche no dejaban de repetirse en mi mente. Como un maquiavélico tocadiscos que hacia sonar una y otra vez la misma deprimente melodía; ¿Por qué querrías hacerme algo como eso?

Siete palabras que habían funcionado como clavos que sellaban en un ataúd mis sentimientos. ¿Tan insultante había sido esa confesión?

Darius asintió, e inconscientemente dio la respuesta a esos tormentosos pensamientos que rondaban mi mente.

—Tu futura esposa... parece algo... —rascó la parte trasera de su cuello esperando mi reacción para hablar— especial.

Ah! La chiquilla chismosa de la noche anterior. Sin nada que ofrecer o reclamar. La verdad un asunto sin pena ni gloria.

—Sirve para mis propósitos —contesté escueto. — Parece ser moldeable y sumisa. Nada que destacar.

*Horas atrás*

Mi teléfono celular no había dejado de sonar en toda la mañana. Mi cabeza zumbaba a raíz de una migraña causada por el insomnio.

—¿Diga?

—Märco, hijo. Al fin contestas —rodé los ojos al oír la voz de mi padre, —¿Qué novedades tienes respecto al asunto que me comentaste?

El "asunto que le había comentado" era una sorpresiva noticia sobre mi futuro como líder soltero del clan. Tan imbécil y confiado había sido que incluso me atreví a gritar a los cuatro vientos que mis días de soltería estaban contados ya que el gran lugar de señora del clan clamaba por ser ocupado.

Imbécil, mil veces imbécil.

—Ya llamé a Eleonore, espero que no te moleste —continúo diciendo con fingida culpa. Eleonore era la diseñadora más antigua de ornamentos y joyas para las grandes señoras del clan Sneider. Y hacia décadas que no trabajaba para nuestra familia. Mi padre estaba ansioso por volver a pedirle alguna extravagante joya.

Yo incluso había tenido la osadía de imaginar a Livet con una gargantilla de esmeraldas y oro blanco. Una joya qué destacaría su lozana piel...

¡Maldición! Mil veces maldita la hora en que pensé en convertir a Livet en mi esposa. ¿Qué demonios creía?

—Padre... —dije entre dientes con la frustración bullendo en mi sangre. ¿Cómo se suponía que arreglara todo este maldito lio?

La humillación seria eterna y todo el mundo recordaría al "gran Señor rechazado". Debería pagar el precio de mi bocaza y las habladurías...

HIELO [en tu mirar]Onde histórias criam vida. Descubra agora